jueves, 31 de mayo de 2012

Dilema soluble


A Viviana Vigouroux

En un pasado
no muy lejano,
me vi atrapado
en encrucijadas existenciales
irresolutas,
al punto que mi horizonte
era una maraña obtusa
de silogismos torcidos
y ecuaciones infinitas.

Hasta que apareciste tú,
para barrer con la congoja
que me causaban
esas absurdas cavilaciones.
Frente al dilema nihilista
del Príncipe de Dinamarca,
tus labios húmedos
calmaron mi sed
de internarme
en las tierras de Hades.

Frente al dolor de cabeza
por encontrar la fórmula
del movimiento continuo,
los contornos de tus delicadas curvas
aliviaron el peso
de los enigmas insondables.
Frente a la exasperación
por resolver el acertijo
de la comprobación racional
de la existencia de Dios,
tu espontánea sonrisa fresca
espantó
los fantasmas
del espiral conducente
al sinsentido.

Ahora no dibujo
titanes idealizados
en el aire,
sino que deslizo
las yemas de mis dedos
por la suave tersura de tu piel.
Ya no lucho quijotescamente
con gigantes imaginarios,
prefiero abrazar tiernamente
tu cuerpo dócil,
y sentir el desbordante
cariño que me entregas.

Sólo compruebo una premisa
con mi praxis:
la realidad femenina supera
todas las lucubraciones
de la imaginación.

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