Mi castigo en el inframundo
es mucho más que empujar
una roca cuesta arriba
de la montaña
y repetir esta acción
hasta el fin de los tiempos.
La verdadera tragedia consiste
en esperanzarme cada vez
que creo alcanzar la cima
la desilusión violenta
que rueda junto a la roca
cuesta abajo.
Mas el castigo no ha sido
en reprimenda a ser el más astuto
entre los hombres de la Tierra.
Mi pecado es carecer del prisma
para reconocer con nitidez
planicies y cerros.
Veo con otros ojos y hablo
en un idioma distinto
relegado a situarme al margen
de los mortales
tras el absurdo del granito.
Cansado y viejo
la empresa inútil no acaba
perderé la vista por completo
sólo el tacto guiará el ascenso
sin haber sido capaz en vida
de dimensionar personas ni hechos.