jueves, 21 de mayo de 2020

Gatos caseros




El confinamiento suele extenderse
a otros departamentos
tiempos pretéritos que amanecen
en mis pupilas, tal vez en las tuyas.

Época difícil, trabajo bajo encierro
dos gatos atrapados en un departamento
a ratos confundidos, con angustia
en ocasiones tus ronroneos dulces.

Corretearse, jugar a la escondida
arañamos los computadores
revolcarse por la alfombra, acariciar
el pelaje disfrazado de piel.

Los felinos ven a los humanos
como gatos grandes y torpes.
Lo éramos, no coincidir en ánimo
y tropezar con las palabras.

Oía tu llanto de niña
cuando asomaba desde la mujer
vulnerable y taciturna, con pelaje
de minina fría y solitaria.

Las desconfianzas surgían
mostrabas tus garras
yo me asumía un gato retraído
autoritario al disciplinar la camada.

Explotación del hombre por el hombre
fuimos humanos al terminar el empleo
ahora extraño los juegos con madeja de lana
cuya hebra lanzo, a ver si recoges
encierro de gatos, calor macho- hembra
un cascabel que resuena en el tiempo.

jueves, 14 de mayo de 2020

Prados bucólicos




Nunca el pasto de avenida República
fue tan verde y saludable.
Barrio universitario
de los estudios a la vereda
estrechos cubículos de césped
entre hormigón y asfalto
vegetación decadente, amarillenta.

Sobre el pasto bebemos cerveza
y fumamos marihuana a granel
cannabis barre nubes oscuras
el tiempo suspendido en una novela pastoril
lejos del mundanal ruido
evoco conversaciones, la chica tierna
responsable de mis desvelos
acaricia suave mi piel
pese a estar recostado sin compañía.

Oscurece, bocinas y griterío
la ciudad inicia el regreso a casa
los prados bucólicos vuelven a ser
amarillentos y desaliñados
me abrigo, nubes melancólicas me cubren
debo volver a mi hogar
frío, impersonal, mis padres
se increpan con rabia y destruyen
lo que alguna vez fue una familia.

domingo, 3 de mayo de 2020

La profundidad del charco




Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar”.


Peter Handke


La cara de un niño
reflejada en un charco
me observa inocente.

El mundo de entonces
era asimilable a este charco
se ignora lo desconocido
se ignora la ignorancia
una certeza para aquellos años.

El mar diverso
en rostros, vestimentas y libros
por el que hoy navego
me resulta denso, áspero
ciertos días
mar Muerto cuya salinidad
impide avanzar.

Pero es un mar nutritivo
con millones de ingredientes
tan disímiles entre sí, Babel
que me hace más sabio
la mirada se vuelve profunda.

Las asperezas de la piel
en el caminar salino
se tamizan al recordar el charco
el mundo de infancia.

Observo el rostro del niño
al otro lado del charco
estiro mi mano para acariciar
sus mejillas tersas
y me invade una paz interior
un olor de tierra húmeda.

Grano de sal en el mar
distinto a todos, igual a cada uno.