jueves, 31 de mayo de 2012

Dilema soluble


A Viviana Vigouroux

En un pasado
no muy lejano,
me vi atrapado
en encrucijadas existenciales
irresolutas,
al punto que mi horizonte
era una maraña obtusa
de silogismos torcidos
y ecuaciones infinitas.

Hasta que apareciste tú,
para barrer con la congoja
que me causaban
esas absurdas cavilaciones.
Frente al dilema nihilista
del Príncipe de Dinamarca,
tus labios húmedos
calmaron mi sed
de internarme
en las tierras de Hades.

Frente al dolor de cabeza
por encontrar la fórmula
del movimiento continuo,
los contornos de tus delicadas curvas
aliviaron el peso
de los enigmas insondables.
Frente a la exasperación
por resolver el acertijo
de la comprobación racional
de la existencia de Dios,
tu espontánea sonrisa fresca
espantó
los fantasmas
del espiral conducente
al sinsentido.

Ahora no dibujo
titanes idealizados
en el aire,
sino que deslizo
las yemas de mis dedos
por la suave tersura de tu piel.
Ya no lucho quijotescamente
con gigantes imaginarios,
prefiero abrazar tiernamente
tu cuerpo dócil,
y sentir el desbordante
cariño que me entregas.

Sólo compruebo una premisa
con mi praxis:
la realidad femenina supera
todas las lucubraciones
de la imaginación.

miércoles, 30 de mayo de 2012

La torre



Un ave oscura cruzó los aires
y vio un océano humano
de cuerpos desnudos y flagelados,
superponiéndose entre sí:
lánguidos, decaídos sus brazos
y piernas yuxtapuestas
en señal de abatimiento,
y esa geografía de desolación
adquiría textura en sus
desgarradas plegarias.

Babel resucitaba
en los caóticos alaridos
que opacaban el asomo de
armonía,
mosaico gutural
que asfixia el suspiro
de la palabra.

A fuego cruzado
las trincheras verbales
ejecutan la semántica
y la elegía polifónica
no pasaba de ser una
triste monserga.

Cada voz acuñaba
la herida incisiva
en la zona más sensible,
la desesperanza de Sísifo
al caer junto a la roca;
la inclemencia de la tempestad
en los menudos pies
de los huérfanos olvidados;
la exasperación del indigente
ante la displicencia del fariseo;
el sollozo infinito
de la madre auténtica
ante la súbita ausencia
de sabiduría del rey Salomón.

La tempestad ensordecedora
impedía el avenimiento
de la calma,
y la convulsión incesante
dio génesis a una morada.
Las voces se unieron
esculpiendo ascendentes
hacia al cielo,
una torre verbal
que anidara al sosiego
disfrazada a la sociedad
con el etéreo marfil.

En su cúpula se vulnera
la ley de gravedad,
y los cuerpos se suspenden
al amparo del verbo.
ajenos a las convulsiones
que remueven sus cimientos.

Y cuentan que un niño
sobrevive en las alturas,
en una sucedánea
existencia
al alimento de la palabra.

lunes, 28 de mayo de 2012

Perfume cautivante



Aunque eres invisible,
logro contemplar tu hermosa
y grácil figura,
que me hace entrar
en trance.
Aunque eres inasible,
logro sentir tu mirada profunda
que petrifica mis músculos,
y me hace desdoblarme
viajando por tierras
edénicas.

Como un perfume cautivante
te escurres entre puertas y ventanas,
traspasando muros,
frustraciones, recuerdos
y dolores.

Cada vez que fijo mis ojos
en un punto del espacio libre
o del subterráneo
más oscuro,
apareces con tu postura
cadenciosa
y tu sonrisa angelical,
y es entonces cuando siento
que cada hoja de todos
los árboles de la Tierra
tiene reservado su lugar,
cada gota de lluvia tiene
su sentido al caer.

Cada vez que irrumpes
en mis sueños,
los conviertes en un paraíso
tan real que casi puedo palparlo.

Cada vez que me acompañas
por desiertos o praderas,
siento que la travesía
se acorta,
y son en estos momentos
de borrachera emocional
que puedo estampar
mi firma en la certeza
que llegará el día
en que te transfigures,
para acariciar
cada centímetro
de tu suave piel,
a lo largo de tu
majestuoso cuerpo.

sábado, 26 de mayo de 2012

El anhelo en tus ojos



A Anais Navarro

Niña que juegas atolondradamente
en una corrida incesante
a través de un espiral de ausencia,
tu vigor y desenfado lúdico
es una flor exótica,
que surge en la raíz
del anhelo de una mano cálida
que guíe tus pasos
de mujer pequeña.

Y entre tantos colores y líneas libres
que plasmas en papeles olvidados,
se reconoce la melancolía
de la partida del hombre
que no escuchó tus
primeras palabras.
En la cascada de incontenible
caudal de vocablos
que construyen seres imaginarios
en circunstancias cotidianas,
se alcanza a ver el gigante
que no te cobijó en un abrazo
cuando lloraste por temor
a la oscuridad.
En los ríos de orina
que manchan las sábanas
donde descansas,
se dibuja el deseo
de un árbol robusto,
que crezca a la orilla
del sendero que conduzca
a tu felicidad,
y por eso rompes en llanto
cada vez que beso tus cabellos
prometiéndote regresar
a ser parte de tus juegos.

Yo quiero ser el adulto
que te dibuje un cordero,
cuando tu soledad
te acongoje perdida
en el desierto.
Yo quiero ser el rostro
reflejado en tus ojos
que sonría,
al verte escribir
con tu propia mano.
Quiero ver tu cuerpo
convertirse en mujer.

Mi vida tendría sentido
si mis manos
sostuvieran
cariñosamente tus hombros
cuando encuentres al hombre
que cuidará de ti
en salud y enfermedad.
Mi paso por este mundo
sería justificado
si mis brazos
contuvieran tu llanto
de niña olvidada,
hasta que una sonrisa
floreciera en tu semblante,
que día a día asciende
más hacia el cielo.
Entonces mi sangre
recorrería tus venas,
y tú te reconocerías
como mi descendencia.

Desde lo más profundo
de mi corazón,
perdona si el destino mezquino
tiene preparados
otros planes para nosotros.
Si así fuera, te regalo
estas palabras como testimonio
de la sinceridad del cariño
con el que cubrí los juegos
de tu infancia.

Recuérdame como el hombre
sereno y amable
que compartió
tu mundo interior
de esos años junto a tu madre.

jueves, 24 de mayo de 2012

El espejo en las entrañas



Un decreto supremo ha ordenado
un acucioso examen en la sociedad,
al alero del paupérrimo resultado
de la cosecha del último período.

La semilla ha alzado
su adalid proselitista
en la conciencia colectiva,
esparciendo el rostro del desencanto
en los sucesivos amaneceres.

Acudid a los registros fehacientes
de la distorsión ominosa de las pupilas,
a la fotografía nítida
del horizonte en lánguido espiral,
al semblante horrorizado
de la doncella asomada
al reflejo del manantial,
a las manos leprosas
del obrero abatido.

Las faenas de reconstrucción
auguran una esperanzadora y loable labor,
sus estandartes de aguda revolución
lucen orgullosos.

Ánimo vehemente
de alterar cromáticamente
las pinceladas del crepúsculo,
mientras los coloquios subterráneos
se desvanecen con melodía de suspiro.

El espejo en las entrañas
es una mueca de terror
amplificada por la soledad,
y la figura humana
se encoge paulatinamente
en compañía del tiempo
que simula una sombra
a sus pasos.