miércoles, 30 de mayo de 2012

La torre



Un ave oscura cruzó los aires
y vio un océano humano
de cuerpos desnudos y flagelados,
superponiéndose entre sí:
lánguidos, decaídos sus brazos
y piernas yuxtapuestas
en señal de abatimiento,
y esa geografía de desolación
adquiría textura en sus
desgarradas plegarias.

Babel resucitaba
en los caóticos alaridos
que opacaban el asomo de
armonía,
mosaico gutural
que asfixia el suspiro
de la palabra.

A fuego cruzado
las trincheras verbales
ejecutan la semántica
y la elegía polifónica
no pasaba de ser una
triste monserga.

Cada voz acuñaba
la herida incisiva
en la zona más sensible,
la desesperanza de Sísifo
al caer junto a la roca;
la inclemencia de la tempestad
en los menudos pies
de los huérfanos olvidados;
la exasperación del indigente
ante la displicencia del fariseo;
el sollozo infinito
de la madre auténtica
ante la súbita ausencia
de sabiduría del rey Salomón.

La tempestad ensordecedora
impedía el avenimiento
de la calma,
y la convulsión incesante
dio génesis a una morada.
Las voces se unieron
esculpiendo ascendentes
hacia al cielo,
una torre verbal
que anidara al sosiego
disfrazada a la sociedad
con el etéreo marfil.

En su cúpula se vulnera
la ley de gravedad,
y los cuerpos se suspenden
al amparo del verbo.
ajenos a las convulsiones
que remueven sus cimientos.

Y cuentan que un niño
sobrevive en las alturas,
en una sucedánea
existencia
al alimento de la palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario