lunes, 21 de mayo de 2012

El árbol en el invernadero



Afuera una guerra civil estalla
inundando de sangre las avenidas;
afuera experimentos genéticos
deforman la naturaleza
de un recién nacido;
afuera un criminal despiadado
confecciona un traje ilustre,
y es recibido con honores
en la casa de Gobierno;
afuera una madre insidiosa
priva de alimento a su hijo,
para aumentar la caridad piadosa
que utiliza en descomedidos
banquetes.

Mientras, en el interior
de un invernadero social,
el árbol es abstraído
de la alteración del clima
de su entorno,
y su prolijo cuidado
hipnotiza sus pupilas
con juegos de artificio
que carecen de origen.

Prohibido alimentarlo
con las noticias contingentes
(pueden torcer sus raíces).
Prohibido enseñarle
las diversas caras de un suceso,
déjenlo que concentre su mirada
en nuestra única perspectiva
(no vaya a ser que extienda
sus ramas
a territorios sacrílegos).
Prohibido distraerlo
del ritual de su monólogo mudo
(ni en broma se siente a conversar
con los artesanos del vacío).

Permaneceremos serenos
mientras se nutra de la risa insubstancial
y el aplauso a la inercia,
que su follaje sea el adorno a
 la arquitectura de nuestros
cimientos,
y su voz sea una plegaria
incomprensible,
que lo condene
al ostracismo de resolver
acertijos absurdos.

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