Esta
sociedad alardea,
se
hincha el pecho de orgullo
hasta
la saciedad,
gritando
a los cuatro vientos
el
encomiable espíritu de libertad que
respiran
sus
ciudadanos.
Mas
es triste ver cómo
los
soldados del regimiento día a día
izan
la bandera de este
nebuloso
valor,
al
son de desaliñados acordes
del
himno
que
canta a la ambigüedad
e
hipocresía
maquillados.
No
sostengo que la población mundial
sobreviva
atrapada en una
ceguera
inconsciente;
ni
exclamo diatribas
en
contra de John Stuart Mill,
o
proclamo llamados a destruir
las
estatuas de Milton Friedman
en
las plazas públicas,
pero
mi humilde prima íntimo
no
distingue las formas y relieves
como
la publicidad estadounidense
de
la década de los 50,
en
la prosperidad hogareña
del American way of life.
A
mí me queda el amargo sabor
de
la frustración y la
impotencia,
de
que nos cercenaron
las
alas
justo
cuando nos disponíamos
a
emprender el vuelo.
Tal
era el pensamiento de
Stella
Díaz Varín,
según
sus cercanos,
esa
idea subversiva
de
que aquella pequeña cuota de felicidad
que
nos brindaría la satisfacción de una vida plena,
es
negada por los poderes
de
forma arbitraria y deliberada.
Cual
marionetas de poderes anónimos,
que
nos eximen de responsabilidad y culpa,
somos
minotauros anónimos,
desesperados
por encontrar la salida
al
laberinto,
antes
que caiga la noche
y
sucumba al miedo a la hipotermia,
por
el frío de soledad,
no
siempre contando con el dulce
y
femenino
hilo
de Adriana
que
nos redima.
La
vida no es, sin embargo,
el
soliloquio mental
de
las ideaciones suicidas de Meursault.
Aún
queda mucho por vivir,
pese
que nos ofrezcan las migajas.
Como
en la parábola bíblica
donde
el Señor Jesucristo le explica a un fiel
que
el banquete es sólo para el pueblo judío,
y
él le responde que los perros de la hacienda
se
contentan con las migajas de la sobremesa.
He
aprendido a disfrutar de los
pequeños
placeres,
los
fugaces momentos
de
felicidad,
el
modesto confort;
y
no me preocupa mayormente
la
opulencia de la cual otros ostentan.
Sin
embargo,
es
el aborto previo a la concepción
lo
que me quita el sueño;
ese
sadismo de obesos henchidos
en
manjares
que
disfrutan provocando
inanición.
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