domingo, 6 de mayo de 2012

Minotauros anónimos



Esta sociedad alardea,
se hincha el pecho de orgullo
hasta la saciedad,
gritando a los cuatro vientos
el encomiable espíritu de libertad que
respiran
sus ciudadanos.

Mas es triste ver cómo
los soldados del regimiento día a día
izan la bandera de este
nebuloso valor,
al son de desaliñados acordes
del himno
que canta a la ambigüedad
e hipocresía
maquillados.

No sostengo que la población mundial
sobreviva atrapada en una
ceguera inconsciente;
ni exclamo diatribas
en contra de John Stuart Mill,
o proclamo llamados a destruir
las estatuas de Milton Friedman
en las plazas públicas,
pero mi humilde prima íntimo
no distingue las formas y relieves
como la publicidad estadounidense
de la década de los 50,
en la prosperidad hogareña
del American way of life.

A mí me queda el amargo sabor
de la frustración y la
impotencia,
de que nos cercenaron
las alas
justo cuando nos disponíamos
a emprender el vuelo.

Tal era el pensamiento de
Stella Díaz Varín,
según sus cercanos,
esa idea subversiva
de que aquella pequeña cuota de felicidad
que nos brindaría la satisfacción de una vida plena,
es negada por los poderes
de forma arbitraria y deliberada.

Cual marionetas de poderes anónimos,
que nos eximen de responsabilidad y culpa,
somos minotauros anónimos,
desesperados por encontrar la salida
al laberinto,
antes que caiga la noche
y sucumba al miedo a la hipotermia,
por el frío de soledad,
no siempre contando con el dulce
y femenino
hilo de Adriana
que nos redima.

La vida no es, sin embargo,
el soliloquio mental
de las ideaciones suicidas de Meursault.
Aún queda mucho por vivir,
pese que nos ofrezcan las migajas.

Como en la parábola bíblica
donde el Señor Jesucristo le explica a un fiel
que el banquete es sólo para el pueblo judío,
y él le responde que los perros de la hacienda
se contentan con las migajas de la sobremesa.

He aprendido a disfrutar de los
pequeños placeres,
los fugaces momentos
de felicidad,
el modesto confort;
y no me preocupa mayormente
la opulencia de la cual otros ostentan.

Sin embargo,
es el aborto previo a la concepción
lo que me quita el sueño;
ese sadismo de obesos henchidos
en manjares
que disfrutan provocando
inanición.

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