jueves, 29 de noviembre de 2012

Camino a Til- Til



En la nostalgia quedaron las imágenes
de las gallardas hazañas que deslumbraban
a los vecinos, gracias a mi desafiante
osadía frente a la autoridad real.

El cariño de mis compatriotas
se desvanecerá en el recuerdo
de la figura del prócer
que no se intimidó ante
la furia del poderoso.

Mas la arremetida del gobernador
fue certera hasta acorralarme
incluso en mis lucubraciones libertarias
más íntimas;
y mientras los soldados reales
me guían ahora con celo,
añoro estar entre los brazos
de mi doncella de mirada
efervescente.

Me lamento al pensar en mis días
de camaradería campesinos
de la singularidad postergada
por la elite gobernante,
que constituyen la esencia
más granada del pueblo chileno.

Lloro en silencio por la senda truncada
del forjamiento de mi patria libre,
abortada cobardemente por intereses mezquinos.

Hubo un día en que arremetí insolente
en la Casa de Gobierno,
atravesando de golpe las puertas
con mi corcel, y en medio
del salón plenario, proclamé:
“Aún tenemos patria, ciudadanos”.

Pero ahora los sueños de redención
han sido pulverizados por
el capricho y el apetito desmedido
de poder del gobernador.

Tal vez el brillo de mi mirada
se conserve intacto en la luz
de las estrellas que contemplen
los enamorados en sus noches
de pasión.

La mujer que anidaba mis ideales
será recluida al castigo de mi ausencia
y la tortuosa soledad conminada.

No me engaño, voy camino a Til- Til
y sé cuál es mi destino.

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Tú también, Brutus?



La vecindad me saludaba cordial
por las mañanas,
en el inicio de mis satisfactorias
labores, pues cada paso
en la edificación de mi arquitectura
poseía el sudor ufano
de cincelar la figura de un hombre
humilde y generoso,
recipiente de satisfacción en el
modesto proceso creativo
de un imaginario plasmado por palabras;
representación de la presea emocional
de doblegarle la mano al sufrimiento.

Llevaba una vida austera
y desapegada de todo bien material,
mas recibía una recompensa
mil veces mayor que la pecuniaria:
el amor puro dignificaba
mi espíritu, en el regocijo
de las caricias auténticas
y altruistas de la noble bailarina,
quien dibujaba un entorno edénico
en su graciosa danza.

Un día percibí, a hurtadillas,
que los vecinos cuchicheaban
a mis espaldas,
y los transeúntes me observaban
con disimulo.
Más que discreción,
aquello era rastrero cinismo.

Me acerqué a la casa donde
cultivaba mis sueños;
armoniosamente organizados
los celadores cerraron
mis pasos en una cadena humana.
Mi carrera por la libertad fue inútil.
Se adelantaron por todas las calles
y avenidas para vigilar cada una
de mis torpes zancadas,
frustrados balbuceos en busca
de redención.

Desesperado, con la angustia al cuello,
intenté refugiarme en festivas e inocentes
imágenes televisivas,
aquellos rostros de sonrisa eterna.
Mas hasta los más benevolentes
rasgos faciales desenmascararon
una ominosa conspiración;
profirieron feroces maldiciones
en contra de mi solitario desamparo.

De la estupefacción pasé a la tristeza vulnerable,
pues constaté que incluso aquellos actores
del escenario solidario (aquella espuria solidaridad),
eran parte de una siniestra conjura.

La desesperanza se apoderó de mí al palpar el fraude.

Con agonizantes fuerzas alcancé
a murmurar, con voz adolorida:
¿Tú también, Brutus?,
cuando el ícono del espíritu solidario
mostró amenazante sus colmillos
y se abalanzó traspasando la pantalla
del desvencijado televisor,
para luego clavar justo en mi corazón
una letal daga traicionera.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Víctima de la iniquidad natural



El soplo estival deleitaba mis sentidos
en la agradable contemplación
del horizonte,
y mis cabellos danzaban en libre albedrío,
con el sentimiento de satisfacción
de los méritos producto de mi esfuerzo.

La artesanía de la palabra rendía
frutos en el despertar de
hondas emociones,
y en el augurio del trazado
del sendero pulcro y próspero.

Los ladrillos de mi porvenir eran
ensamblados compacta y
ordenadamente en la figura
de hombre ilustrado,
con vocación de servicio y
compromiso social.

La doncella de temple acongojado
había despertado a la espontánea
ternura de una gatita mimada,
gracias al influjo de mis abrazos
protectores.

Pero los vientos del perverso destino
se encargaron de trastocar los aires
de fertilidad pública e íntima,
sometiéndome a sus mezquinos
caprichos.

La confabulación de las placas tectónicas
dieron paso a un movimiento sísmico,
concentrado sólo en mi persona,
que me condenó a la esclavitud
del tedio mecánico
al servicio de la arrogancia
de una elite poderosa,
profana de la humildad que dignifica
al ser humano.

Circunstancias que me sumieron
en la melancolía de la conciencia
de ser un mero engranaje
de una maquinaria ominosa,
que no cesa de ejecutar sus
soberbios y oscuros
designios.

Heme convertido en una víctima
de la iniquidad natural;
en vano me esfuerzo por gritar
auxilio, en medio de
la inexorable desesperanza.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ella



                    A Viviana Vigouroux

Nos miramos sentados a la mesa
en medio de un ambiente de circunspección,
y establecemos una complicidad tácita
con nuestras miradas.

Ella me sonríe con avidez
que me hace evocar
la efervescencia de su risa y la ternura
de sus abrazos de gatita mimada,
yo le respondo a su sonrisa con el deseo
de estrecharla entre mis brazos,
y juntar nuestros labios en la armonía serena
de sentirla una parte constitutiva de mi ser.

Entonces decidimos abandonar
la rigidez del protocolo
 y las buenas costumbres,
al levantarnos de la sobremesa
y dar nuestras espaldas
a la rutina de apariencias sociales.

Caminamos cadenciosamente
por las calles de la ciudad,
envueltos en el vaivén estimulante
de un fluido intercambio de palabras
que versan sobre la óptica individual
del resto de los comensales,
y atravesamos una plaza de mediana concurrencia
con juegos infantiles en su centro
y vecinos amodorrados por el plácido sol estival,
que dialogan en sus universos de intimidad personal
en concordancia implícita con los ciudadanos
de ese refugio natural a la selva de concreto.

Escolares disfrutando su cimarra,
madres jóvenes con sus hijos descansando en coches,
adolescentes rebeldes compartiendo vicios
y obreros curtidos por el trabajo
haciendo un aro a sus faenas
conforman el paisaje cotidiano.

Ella se sienta en un banco
lanzando un respiro de alivio
y me sonríe graciosamente,
yo siento en su mirada
una caricia a mis sentidos y la beso.

Fundimos nuestros labios en un abrazo ciego
y la luz parece crearnos
un invernadero protector sólo para nosotros,
donde nuestras caricias son invisibles
al resto de los ciudadanos congregados en la plaza.

Por un momento la miro de cerca
contemplando su sonrisa anhelante
y dibujo sus formas hermosas y vivaces en mi memoria,
para conservarla en su ausencia
y mitigar las tribulaciones de nuestra distancia.
Entonces la coincidencia cósmica
de cuerpos celestes sobre nuestros cuerpos
permanecerá incólume
a pesar de los ciclos lunares.

Ella viste un pantalón de tela
y un sweater con cuello en beatle
que la asemeja a una mujer gala
que habita en las películas de Truffaut,
y yo me siento Horacio Oliveira
compartiendo con la Maga en un parque de París.

Ella me halaga mientras acaricia mi nariz y mis orejas,
y yo siento que cada forma de la anatomía de mi cuerpo
le pertenecen a Ella por derecho propio.

Ella me relata que una paloma
se posó sobre su pierna
en un inhóspito cautiverio hospitalario.
Yo creo que las aves
sienten su dolor al observar su mirada,
y son las compañeras naturales
a su tortuoso exilio;
añoranza de alas de libertad
que yo hoy espero reemplazar
al despertar el vuelo de sus emociones
en este protector abrazo.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El verdugo intangible



Como una gota de agua solitaria
en el desierto, vi desvanecerse
mi cuerpo ante el abrupto embate
de los soliloquios del absurdo,
que me postraron a un lecho indigente
que desplazaba a la habitación de Arles,
y la oreja cercenada de Van Gogh,
a una lujosa suite de hotel.

Y las horas fueron interminables en
mi esforzado y lento ascenso
hacia la reconstrucción de
mi anatomía vejada.
Mas las estoicas manecillas del reloj
giraron lubricadas en un desahogo
de alivio al contemplar
en el horizonte el paso dulce
de la doncella de temple acongojado.

Su delicada y melodiosa voz
fue cimentando uno a uno
los huesos de mi esqueleto,
y sus cariñosos besos
constituyeron la esencia
de la carne que reposó
en suave piel,
y me miré entonces orgulloso
en sus ojos transparentes
como un hombre íntegro
y digno.

Era un hombre poseedor
de la habilidad de construir
palacios majestuosos
con los escombros de
la civilización avasallada,
y me sentía imbuido
en la capacidad de amar y
otorgar protección a
mis seres queridos.

De pronto, sin previo aviso,
con la fuerza de la arbitrariedad
y la prepotencia del poder
que otorga el dinero mal habido,
la esperpéntica silueta ominosa
se hizo visible sólo para mis sentidos,
y sobre la base de la amenaza del silencio,
la diabólica figura me conminó
a abandonar todos mis triunfos que,
hasta entonces, descansaban
sobre el bienestar,

todo lo que pensé,
todo lo que creé,
todo lo que amé
fue escindido de mi cuerpo
con la violencia brutal de un golpe sordo,
que rasgó en un vaivén hasta
lo más puro del aire.

Y heme aquí en medio del páramo,
respirando la basura plástica reverberante
que emana de las pantallas de televisión,

un muñón deprimido que no divisa el horizonte,
un esclavo del capricho que no asume su condena,

un juguete de los poderosos
que no concibe su destino inexorable.

martes, 6 de noviembre de 2012

Trayectoria de caída



Considerar que la voluntad es
como la flor del amor,
que en la medida que se alimente
crece y se hace fuerte,
no me parece muy equivocado.

Sin embargo, corroboro que
en algunas personas
esta tendencia no es
ley universal, pues sus
deseos de edificar
los proyectos vitales
languidecen como un junco
con la proximidad del calor.

Entonces me preocupo, en
especial si se trata de seres queridos.

¡Cuántas veces te cantó odas,
mi doncella triste!,
mas ahora me despierta un
sentimiento más que laudatorio
de aprehensión sobre tu futuro.

Lamentablemente (y lo digo
con mucho respeto),
la constancia es un bien
escaso en tu inventario emocional.

Mi bien amada, si pareces
un cometa en caída libre
hacia nuestro planeta,
pero cuyo destino es desintegrarse
antes de tocar la faz de la Tierra.

Como que te desvaneces y tu vigor
se silencia, o bien eres
un volantín que pierde el hilo.

¿En qué cielos u océanos te puedo
encontrar cuando te extravías?

No vayas a ser como la perrita Laika,
pululando eternamente por el espacio exterior.

Sé de tus esfuerzos y afanes,
de tus tropiezos y sacrificios,
pero me preocupa que quedes
como una niña que juega descalza,
con las manos vacías sentada
sobre tierra infértil.

Por la empatía que nos une,
a veces pienso que estas tribulaciones
no son más que una proyección de
mi identidad en tu grácil figura.

Mas si me es concedido pedir un deseo
al ver caer un cometa,
yo cifraría todos mis anhelos
en asegurarte un futuro de calma
y felicidad.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Abrazo en las alturas



La realidad era aciaga, oscura y repugnante.
Entonces consideré que la muerte sería
aciaga, oscura y repugnante,
equivalencia en condiciones opuestas,
pero acabaría con mis tribulaciones
y daría paso al descanso eterno,
mientras mi piel sudaba frío
y la respiración se intimidaba en circular
ante el vacío vertiginoso
del abismo de ominosa seducción,
que me invitaba a caer en el precipicio.

La palabra, al igual que ahora,
había perdido todo su poder
de evocación y resonaba
como cascabel sordo.

No había tierra virgen donde
sembrar mis pies a la espera
del crecimiento fecundo
de las ramas del fuerte Roble.
Sólo un páramo estéril
donde mi cuerpo sucumbía
a la brisa de la desesperanza,
y el sentido lloraba desconsolado
al constatar que iba desvaneciéndose
de la cabeza a los pies.

Entonces la doncella de temple acongojado
entonó una canción suave y cadenciosa,
al compás de una danza que barnizó
el rojo del horizonte de un etéreo azul.

Ella me acogió en su regazo
como el buen samaritano
que entrega vida al malherido
al costado del camino,
sin esperar nada a cambio.

Caricia reivindicadora que me devolvió
mi mirada al frente, deshaciéndome
de las cavilaciones gobernadas
por los artesanos del olvido.

Mi cuerpo sintiendo la cálida sangre
circulando por mis venas,
gracias al redentor abrazo en las alturas.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Gigantes invisibles



Dedos de viento que giran por inercia;
atrapan el aire hasta la asfixia.
Por el círculo que encierran las aspas
se ve un laberinto en forma de espiral,
y la sombra de la lanza del caballero
se deshace junto a su triste figura.

En Montesinos dejó su capa caída,
que un girón de cielo oculta en su armadura
de hierro gris con óxido
enterrado en alba sepultura.

Pese a que el sol se interna
en cúmulos de cemento,
sus manos empuñadas aún
se estiran al cielo
desgarrándose en combate
con armaduras invisibles,
que en picada lanzan alaridos
a oídos sordos y herméticos,
que consumieron el oxígeno
del hombre de cristiana sepultura.