lunes, 30 de abril de 2012

Entorno desdibujado



Una orden imperial dictó:
arrancar las raíces
de los árboles del patio;
tapiar las ventanas
que amenizaban el horizonte
de enfermos en salas de hospital;
barnizar con vapor los círculos
del observador de los binoculares;
confundir al juglar
que memorizaba los acontecimientos
de ciudad en ciudad.

Entonces el hombre miró
confundido
su entorno con ojos tristes
de niño.

Lanzó plegarias
por sobre los muros
de su cautiverio.

Dibujó en el suelo
cada uno de los episodios
de su vida.

Gritó desesperado
en un rincón
el dolor sufrido
por el flagelo del silencio.

Domesticó a la razón
para traspasar sus límites
y construir utopías.

Un ave sobre su cabeza cruzó el cielo
y por un momento imaginó poseer su mirada.

Sobre sus rodillas dobladas
apoyó su cabeza
desconsolado,
pues las praderas de su infancia
tendrían otra forma y color;
la casa que lo vio nacer
habría sido remodelada,
y los rostros familiares
habrán cambiado su fisonomía.

El reloj que gobierna
sus pensamientos
languidece
en su movimiento circular,
y los ángulos y espacios,
a sus pupilas
desproporcionados,
son sólo elegías que registra
en vísceras verbales
que manchan un papel.

sábado, 28 de abril de 2012

Las puertas del ágora



Sombra marginal
que pululas por la periferia
de los hogares concurridos;
vagabundo harapiento avergonzado
de tu imagen,
frente a los ciudadanos
honorables;
herida abierta, que
no encuentra asidero
entre los comensales
que se convocan a compartir el pan.

Algún día añorarás
disfrazarte de hijo de vecino,
para codearte entre tus pares.
Algún día desearás
ser la imagen en la memoria,
que evoca la ternura de una caricia.
Algún día anhelarás
que tus palabras dejen huella,
para que tus semejantes te extrañen
en tu ausencia.

Sin embargo, prefieres emborracharte
con tu imagen
frente al espejo;
dialogar con los seres inasibles
que construyes en tu interior;
pretender edificar un imperio
a escala
a tus pies.

Las puertas del ágora
lanzan murmullos
que seducen tus instintos.

Placentera reminiscencia
que hace brotar el deseo
de contemplar tu mirada
en otros ojos,
con el temor a quedar atrapado
en la esfera de tu naturaleza
deteriorada,
con el riesgo a ser víctima
del exilio de la voluntad
uniforme
que no acepta
tus diferencias.

viernes, 27 de abril de 2012

Niña que juegas en el trampolín



Tu curiosidad infantil
es una corriente de aire,
que serpentea por molinos
quijotescos
y manantiales
de lagunas cristalinas,
donde se reflejan las náyades.

Posees una avidez
por lo desconocido,
que te lleva a explorar territorios
vírgenes,
intentando desenmascarar
la cara oculta
de la vida,
movimiento incesante
que hilvana
palabras suaves y delicadas
para construir castillos
en el aire,
mientras, de súbito, te internas
en la epidermis de la memoria
escabrosa,
donde los latigazos
de las circunstancias adversas
maculan tu blanca piel.

Péndulo que oscila
entre la sonrisa dulce,
que se despliega como las alas
de una mariposa,
y la mirada taciturna,
que se pierde en el silencio
del abismo vital.

Olvidas que eres el polen
que alimenta a seres alados,
que pululan entre la naturalidad
graciosa
de tus pétalos.

Olvidas que eres un grácil cisne,
que en tus elegantes movimientos
refinas el aire
que infunde ímpetu
a todos los que observamos
tu distinguida danza.

Tu melancolía te otorga
un áurea de fragilidad,
que embellece tu silueta
vulnerable
e inspira un protector
abrazo,
pero no dejes que tu sombra
de colores
confunda tu voluntad,
 y opaque tu tenacidad
que día a día demuestras
al tejer las alas
de la niña
que llevas en tu regazo.

No te dejes cautivar
por los cantos de sirenas
acongojadas,
que seducen a habitar
el valle de las lágrimas.

Intenta pulir tu dignidad
de noble doncella altruista,
en un cariñoso abrazo
que eternamente agradeceremos.

jueves, 26 de abril de 2012

Orfebrería de relojes mudos


 En compañía de una ventana
abierta a un horizonte,
que no distingue entre amaneceres y ocasos;
sumido en una concentración,
donde el adelantado español
comparte distendido un juego de cartas
con el mandatario republicano,
el Coronel en retiro
consagra su ostracismo
en una arcaica morada
de un vecindario rural,
ocupando todo su entusiasmo
en moldear pescaditos de oro,
que luego disuelve
en ácido
para volver a utilizar el metal
en las figuras acuáticas.

Sucesión infinita de orfebrería
que lo ensordece
de las campanadas del reloj de la plaza,
mientras los ejecutivos del tiempo
sonríen al contemplar el pintoresco
espectáculo
desde las modernas oficinas
de la urbe,
breve descanso jocoso
a su ajetreo de las fluctuaciones
bursátiles,
y del valor de la libra de cobre.

Pues los pescaditos del Coronel
no se subastan en mercados ni ferias,
y sólo sus dedos palpan la textura del metal,
y sólo sus pupilas dibujan la forma en su retina.

En las calles aledañas
los arquitectos del progreso
edifican un condominio
de los nuevos tiempos,
y la arcaica morada del Coronel
languidece mojigata
en los humildes cimientos.

Circula el rumor de la caducidad
de la orfebrería suspendida
en el tiempo,
que invade los soliloquios interiores
del Coronel,
que reflexiona sobre la plusvalía
de sus peces de oro,
mas no titubea en su labor de moldear
figuras que desdibuja
el paso de las horas.

No vaya a ser que los peces
sobrepasen la frontera
de la conciencia,
y naveguen en el océano
del vacío,
orientados por la burla
al sentido
de los puntos cardinales.