Soñé
despierto
que el
desierto copulaba
con la
pradera;
que musulmanes
establecían una alianza
con los
semitas;
que dos
huérfanos tendían el cordón umbilical
de una
prostituta
entre los
bordes de un abismo
(un cúmulo
zurció el cielo de oscuridad).
En el Juicio
Final las multitudes
fueron
divididas:
a un lado los
justos y a otro lado
los pecadores.
¿Cuán nítida
es la luz divina
que discierne
con equidad absoluta?
(ahora un
cirrus causa
simbiosis
cromática y el cielo
es gris).
Por mi parte,
veo convertido al delincuente
en héroe
nacional;
al santo
condenado a los círculos
del infierno;
a los
escépticos alcanzando
la cima del
poder
(el hilo de
crin se dibuja
cual barra de
acero
la espada es
una caricia
maternal
Damocles
duerme
una plácida
siesta).
Limpio mis
ojos y observo:
a un indigente disfrutar un vaso de leche,
a un
perseguido encontrar asilo,
una mujer
estéril dar a luz,
(por las
abundantes nubes
se abre un
jirón
una piedra
solitaria cae
de golpe).
Las imágenes
se convierten
en círculos
concéntricos.
Sumerjo mis
manos y lavo
mi cara.
Una piel sin
relieves
constituye mi
rostro.
Me recuesto
en medio de dos tierras;
la frontera
de mi descanso es una balanza
en continuo
vaivén.
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