jueves, 5 de abril de 2012

A falta de aire, Violeta llora


Madrugada insomne, cúmulos
de pensamientos
florecen
y se entretejen en un abanico
amorfo,
peligroso.

Como el gavilán que sobrevuela
sigiloso
su presa, animal
inocente que ignora
el riesgo sobre su cabeza,
y su cuerpo es desgarrado
por uñas asesinas
que no avisan,
alevoso kamikaze
en picada dispuesto
a depredar
hasta los suspiros.

Hace pocas horas vi
la versión de Andrés Wood
sobre nuestra querida Violeta Parra,
en horario estelar de televisión
abierta.

Triste, por decir lo menos,
y pese a que la familia
de talento pródigo
desestimó la visión del cineasta
sobre la folclorista,
me sobrevuelan en la oscuridad
pensamientos
ominosos.

Siento asfixia,
cual si las paredes del reducido
espacio de mi habitación
aumentaran su grosor amenazantes
e imperceptibles;
peligrosas,
a fin de cuentas.

La imagen del ojo inerte
de Violeta
mirando fijo a la cámara
me acosa.

Vida desperdiciada
o la culminación de una existencia
insufrible,
tortuosa
y que no hallaba sosiego
en este mundo terrenal.

Tanta creación bella no logró salvarla.

Hace poco fui víctima
de los intereses económicos
sesgados y prejuiciosos
que en su afán neoliberal
de maximizar al límite
los recursos materiales y
humanos,
explotan al hombre hasta convertirlo
en polvorienta pieza
de inventario.

Mas no en vano me había forjado
ilusiones de surgir
económicamente y como persona,
de ascender peldaño a peldaño
la escala de la independencia
y la estabilidad
madura.

Dignos proyectos
abortados
de sopetón,
y el vacío crece en la materia
como mi angustia a la luz
de las velas.

Violeta, Violeta,
el amor no fue suficiente,
no pudiste aceptar
el transcurso de los años
que nada permite que perdure
inmutable.

Y emprendiste el vuelo.

Siento miedo de marchitarme
entre estas paredes
de hormigón,
como si hubiese perdido la mitad
de mi vida
y tal vez una segunda oportunidad
no me fuese concedida.

La noche avanza
y me siento solo. Soy
un prisionero,
no me está autorizado tender
la mano a la fraternidad
hermana.

Iluso,
quizás demasiado,
espero en estas palabras limosnas
de redención.

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