Tu
curiosidad infantil
es
una corriente de aire,
que
serpentea por molinos
quijotescos
y
manantiales
de
lagunas cristalinas,
donde
se reflejan las náyades.
Posees
una avidez
por
lo desconocido,
que
te lleva a explorar territorios
vírgenes,
intentando
desenmascarar
la
cara oculta
de
la vida,
movimiento
incesante
que
hilvana
palabras
suaves y delicadas
para
construir castillos
en
el aire,
mientras,
de súbito, te internas
en
la epidermis de la memoria
escabrosa,
donde
los latigazos
de
las circunstancias adversas
maculan
tu blanca piel.
Péndulo
que oscila
entre
la sonrisa dulce,
que
se despliega como las alas
de
una mariposa,
y
la mirada taciturna,
que
se pierde en el silencio
del
abismo vital.
Olvidas
que eres el polen
que
alimenta a seres alados,
que
pululan entre la naturalidad
graciosa
de
tus pétalos.
Olvidas
que eres un grácil cisne,
que
en tus elegantes movimientos
refinas
el aire
que
infunde ímpetu
a
todos los que observamos
tu
distinguida danza.
Tu
melancolía te otorga
un
áurea de fragilidad,
que
embellece tu silueta
vulnerable
e
inspira un protector
abrazo,
pero
no dejes que tu sombra
de
colores
confunda
tu voluntad,
y opaque tu tenacidad
que
día a día demuestras
al
tejer las alas
de
la niña
que
llevas en tu regazo.
No
te dejes cautivar
por
los cantos de sirenas
acongojadas,
que
seducen a habitar
el
valle de las lágrimas.
Intenta
pulir tu dignidad
de
noble doncella altruista,
en
un cariñoso abrazo
que
eternamente agradeceremos.
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