viernes, 27 de abril de 2012

Niña que juegas en el trampolín



Tu curiosidad infantil
es una corriente de aire,
que serpentea por molinos
quijotescos
y manantiales
de lagunas cristalinas,
donde se reflejan las náyades.

Posees una avidez
por lo desconocido,
que te lleva a explorar territorios
vírgenes,
intentando desenmascarar
la cara oculta
de la vida,
movimiento incesante
que hilvana
palabras suaves y delicadas
para construir castillos
en el aire,
mientras, de súbito, te internas
en la epidermis de la memoria
escabrosa,
donde los latigazos
de las circunstancias adversas
maculan tu blanca piel.

Péndulo que oscila
entre la sonrisa dulce,
que se despliega como las alas
de una mariposa,
y la mirada taciturna,
que se pierde en el silencio
del abismo vital.

Olvidas que eres el polen
que alimenta a seres alados,
que pululan entre la naturalidad
graciosa
de tus pétalos.

Olvidas que eres un grácil cisne,
que en tus elegantes movimientos
refinas el aire
que infunde ímpetu
a todos los que observamos
tu distinguida danza.

Tu melancolía te otorga
un áurea de fragilidad,
que embellece tu silueta
vulnerable
e inspira un protector
abrazo,
pero no dejes que tu sombra
de colores
confunda tu voluntad,
 y opaque tu tenacidad
que día a día demuestras
al tejer las alas
de la niña
que llevas en tu regazo.

No te dejes cautivar
por los cantos de sirenas
acongojadas,
que seducen a habitar
el valle de las lágrimas.

Intenta pulir tu dignidad
de noble doncella altruista,
en un cariñoso abrazo
que eternamente agradeceremos.

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