Una
vez leí que los literatos brasileros
tenían
una palabra que designaba
la
nostalgia
de
lo que no fue,
como
una añoranza
de
las potencialidades
abortadas.
No
puedo sino sentir
ese
afligir
en
mi interior,
pese
a que en mi juventud
hice
un compromiso
con
la vida
de
no llorar
sobre
la leche
derramada.
Un
profesor de literatura,
además
de poeta,
lanzaba
reflexiones al vacío
con
la vana esperanza
que
se depositaran sobre la
conciencia
de
sus alumnos.
“Hubiera
sido tan fácil”,
profería,
“hubiera
sido tan fácil
Hacer
lo correcto, lo debido”.
Mas
remataba concienzudo:
“No,
no hubiera sin tan fácil,
porque,
de haber sido tan fácil,
lo
hubiera hecho”.
Parece
una constante en el pensamiento
de
los hombres
el
pasar revista a los acontecimientos
pretéritos,
como
una forma de reconstruir
los
hechos
inconexos.
Más
aún, también lo es
en
la literatura.
Enrique
Lihn intenta
otorgar
un sentido trascendente
y
vitalmente comprensible
a
esas lagunas temporales de su
memoria
a través
de esa máquina centrífuga en
La
pieza oscura.
Es
sabido, no se puede alterar
el
curso de la historia
ni
menos el natural devenir de
los
hechos.
Sin
embargo, buscamos
culpables.
Y
por sobre todo, más allá de responder
a la
interrogante
sobre
cuál sería el actual estado de
las
cosas
si
hubiéramos dado un giro a
los
sucesos,
añoramos
con nostalgia el pasado
que
no fue
y
nos lamentamos del presente.
En
fin, secándome las lágrimas,
diré
que siento como si
anónimas
fuerzas
me
hubieses amputado
las
piernas.
Tanta
confusión,
tanta
incertidumbre, tantos bastonazos
de
ciego.
Aprendí
muy tarde, lo poco y nada
que
aprendí
es
un conocimiento tardío.
Y
ahora, cuando creo haber recibido
prótesis
de
confianza, veo que los caminos
han
sido clausurados,
la
luz no entra en mi habitación
pues
los pestillos de las ventanas
han
sido
codiciosamente
sellados,
y un
candado de soberbia
asegura
los grilletes a mis pies.
Hoy,
en
la edad media de mi vida,
evoco
con nostalgia de
anciano
mi
juventud llena de bellos ideales,
también
afirmo que soné
fundiendo
el cobre
y
limando las caras del diamante.
El
tesoro no conduce al arcoíris.
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