martes, 30 de octubre de 2012

Añoranza de campos de trigo



Emulando a Saint- Exupéry,
me he posicionado arbitrariamente
en los dominios de la nostalgia
por el Principito, que sintiera
aquel noble mamífero.

Porque en noches como estas
siento que mi cuerpo es
un muñeco de trapo,
liviano y vulnerable,
que alberga el vacío triste
de tu ausencia.

Y mi memoria se eleva
con la energía de un suspiro
al atardecer,
a los territorios indelebles
donde la dicha me invadió
al contemplar tu rostro angelical
y tu risa de musical cadencia.

Invocación involuntaria
de tus gestos y palabras,
que desfilan como querubines
alrededor de mi figura qujotezca,
que no puede evitar perderse
en la ensoñación de tu mirada.

Cada evocación de tu sonrisa espontánea,
elixir adictivo que me emborracha
hasta desear fundir nuestros cuerpos
en un cariñoso abrazo,
 es ahora un canto de lobo solitario
motivado por la distancia.

Siento que mis dedos adquieren
voluntad propia para tomar el teléfono,
y así deleitarme con la sinfonía de tu voz
y la panacea del contenido de tus palabras,
que reparan todos mis jirones existenciales.

Añoro danzar en los campos de trigo
que evoca tu suave cabello
color dorado,
y mi deseo es acariciarlo
hasta que tus párpados cedan
a un dulce sueño infantil.

No quiero hablar del futuro
ni del inexorable destino,
sólo quiero morir en un segundo de trance
en la serena pasividad de reconstruirte
en mi memoria.

sábado, 27 de octubre de 2012

A los viejos hermanos poetas y comunistas



“Un viejo que fuera comunista,
se sienta a fumar la tarde entera”,
suenan los acordes y voz melodiosa
del talentoso Manuel García.
El tema en cuestión es parte de
la banda sonora del documental
“La ciudad de los fotógrafos”.

Atinente y pertinente, a la vez,
mensaje a los protagonistas del film
(a saber, un emotivo homenaje),
pues con sus cámaras fotográficas
como armas de trabajo lucharon
en contra de la dictadura de Pinochet,
registrando los excesos criminales y
el sadismo que la palabra no nombra,
mas la imagen revela.

Yo, lo confieso con vergüenza,
nunca he leído a Marx ni a sus discípulos.
Pero el vocablo “comunista” suena en
mi memoria desde mi más tierna infancia.

“Comunista de mierda”, solía más bien
escuchar repetir en boca de los adultos,
y en mi inocente consciencia no encontraba
ninguna explicación al origen de esa
rabia energúmena con la cual eran pronunciadas
esas palabras y una serie de diatribas
que le acompañaban de añadidura.

Hoy, a mis 35 años, tampoco me lo explico.

Pero bien es cierto que las palabras de García
encuentran eco en mis pensamientos.

Ahora le encuentro sentido,
y me embraga una tristeza inconsolable,
a la desazón e infinito sentimiento frustrante
de tantos viejos hermanos poetas y comunistas.

Podemos salir a caminar por las calles
del otoño reflexionando sobre
la muerte de la utopía socialista.

Tal vez sea un consuelo,
pero esa devastadora aridez
emocional que experimentaron
grandes nombres de letras
no se agota en la melancolía contemplativa
del humo del cigarro que huye por la ventana.

Mis saludos y honores
al viejo y sabio Poli Délano,
maestro de tantos escritores y
quien fuera bautizado por el propio Neruda,
y a quien en el momento que compartí
tertulias literarias no entendí en profundidad.

No se me iluminó la consciencia a tiempo,
sobre esa fulminante y amarga certidumbre
de que hay cosas que no podemos manejar,
de que en nuestra vida hay aspectos que
escapan a nuestro control, mas no al de
oscuros poderes ocultos y anónimos.

Mai mai Peñi, don Nica. Y pensar que usted cantó:
“¡Tiempo perdido miserablemente!”,
en alusión a los viejos poetas y comunistas
que le antecedieron, que escribieron
esas palabras para asustar al pequeño burgués.

“El pequeño burgués no reacciona
sino cuando se trata del estómago”.

Cierto, muy cierto, maestro de la antipoesía,
mas no fuimos capaces de amedrentarlo.
Por favor, no crea que lo subestimo.
Al contrario, usted es mi modelo
de admiración y referencia,
el ejemplo de talento literario genuino,
consecuencia tenaz, coherencia,
inteligencia elevada y, por sobre todo,
humanidad.

Mas me atrevo insolentemente a creer
que compartirá conmigo la opinión
de que hay ciertos gigantes invisibles
que ni el mismo Quijote sería
capaz de vencer.

Y es el mensaje que me gustaría transmitirle
a compañeros como Gianfranco y Andrea,
aunque tal vez lo sepan o no quieran escucharme.

Ni viejo ni joven, ni comunista ni poeta,
soy sólo un extraño espécimen que rinde culto
y homenaje a estos nunca bien ponderados
próceres humanos,
a través de este insípido y amorfo
intento frustrado de poema.

martes, 23 de octubre de 2012

Prepotencia latifundista



No nos interesa si construyes
maravillosos castillos de sueños
en tu interior.
No nos interesa si has reflejado
tu imagen de placentero alivio,
por la entrega de tus sentimientos
más transparentes,
en los ojos de una muchacha.

(Y tu vida está en peligro
si intentas cerrar el círculo con
una suave caricia en su figura).

No nos interesa que hayas desplegado
tus alas de Ave Fénix, luego
de la agonía de atravesar
el desierto del vacío.

Eres un objeto de nuestra propiedad,
un insignificante engranaje
de nuestra majestuosa maquinaria
de producción de moldes cerebrales
en serie.

Olvida tus anhelos más altruistas,
olvida tus lazos sanguíneos y
a tus seres queridos,
olvida los retazos de tus recuerdos infantiles.

No tienes derecho a hablar,
ni siquiera a expresarte con gestos faciales.
Cada uno de tus actos, hasta los más nimios,
está registrado por nuestra legítima
intromisión a tu vida personal y privada.

Acostúmbrate a mover tus extremidades
acorde al movimiento vertical
de los hilos que las sostienen.
Reza por tu vida si osas atreverte
a desafiar nuestros designios divinos.

A nuestros ojos,
en la conducta que te ha sido
asignada ante la sociedad,
eres un borrego domesticado,
el cual sufrirá un cruel castigo
si se descarría.

Recuerda,  ay de ti si insinúas,
hasta con el pensamiento,
que esto no lo hacemos por tu bien;
pues hasta tus ideas,
hasta tus deseos e instintos,
nosotros controlamos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Victoria de Morfeo



El Tiempo traspasó con ágiles pasos
los cinco continentes;
hizo caso omiso al pregonar
de noticias polémicas;
bajó sus párpados ante alaridos
desconsolados de niños hambrientos;
inclinó la cabeza ante la invitación del monarca
a pantagruélicos banquetes.

Sobre océanos humanos durmió una siesta,
su palpitar acompasado paralizó
los engranajes de industrias;
los cuerpos de los amantes
se recostaron dándose la espalda;
los soldados dejaron sus armas en anaqueles,
displicentes al estrépito del bombardeo enemigo;
ángeles en las alturas se encogieron de hombros
al mirar a pueblos desangrarse
en crímenes inhumanos.

El Tiempo soñó con la semilla
fecundando la tierra virgen;
con el milagro de los condenados a inanición
compartiendo el pan;
la risa de los niños inundando
de alegría a los ancianos.

Un hombre puliendo
las facciones de esperanza
entre figuras estáticas
privadas de consuelo.

Sin embrago, sus sueños
guardaron reposo;
la inercia de la modorra clavó
su bandera en la conciencia,
y los suspiros se apoderaron
del espíritu de los emprendedores.

El ocaso barnizó los músculos
de los atletas frente al disparo de partida;
el instinto gregario se confinó al claustro,
cual epidemia que se propaga
como una estampida silenciosa.

El letargo gobernó el dominio de los deseos.

sábado, 13 de octubre de 2012

Resplandor en la oscuridad



                                        A Viviana Vigouroux

Tendido sobre mi lecho melancólico
en el cuarto solitario,
miro el cielo raso y creo ver
el rostro de la muerte.

Mujer pálida de cabellos oscuros,
seductora y enigmática me magnetiza
en su mirada penetrante.
El caos es el aroma pestilente que me circunda
e impregna obstinadamente mis ropas humildes;
el vacío es mi talante que camina parsimonioso
confiriéndole acción a cada uno de mis pasos.

Los cabellos rubios de la dulzura
inundan el ambiente,
oxigenando mi sangre,
y el Sol responde a las plegarias
regalando un cálido amanecer.

Las cascadas de agua cristalina
de tu sensual modulación de palabras tiernas
transitan plácidamente por mis sentidos;
un alivio luminoso a las tinieblas que dibuja cariñosamente
un esperanzador horizonte.

Eres el faro que orienta a los navegantes
desesperados a la deriva de mi existencia,
en el océano de las tribulaciones.

Tu cotidianeidad delicada y armónica
otorga coordenadas a mi ser errante,
inserta un paisaje idílico a mi desarraigo.

La pradera acogedora se abre a nuestros ojos
y nos enseña el juego infantil,
que culmina en el más tierno de los abrazos.

jueves, 11 de octubre de 2012

Regazo acogedor



                              A Viviana Vigouroux

Una red incondicional para este acróbata,
que suspende sus pies en el vacío,
evocando molinos de viento.
Una represa sólida y confiable,
para contener los llantos caudalosos
de este niño inconformista.
Un abrazo cálido y protector
a este enfermo que aflora
en convulsiones espasmódicas,
ante los heraldos intangibles del absurdo.

Eres como una madre abnegada
que escucha pacientemente,
y se esmera en acolchar
las aristas del mundo cruel,
para depararme un cómodo descanso,
o como una enfermera dedicada
que se sienta concentrada
a los pies de mi lecho de enfermo,
atenta a satisfacer cualquiera de mis necesidades.

La sabiduría que te entregan
tus años de resiliencia,
me ha brindado un aposento donde solazarme
a la turbulencia que causan mis verdugos,
en parsimonioso desasosiego.

Cual minino astuto, que sabe
cuál hebra de la madeja de lana asir
para desenrollar a este hombre
atribulado de fobias y trancas,
tu cariño insondable es un almohadón plácido
donde tenderme a contemplar en infinita felicidad
las graciosas sinuosidades de tu bello rostro.

martes, 9 de octubre de 2012

Pensamientos fronterizos



Apenas erguido en el límite de mis reflexiones,
con pensamientos que pululan
como aviones con destinos opuestos,
mi silueta mantiene el equilibrio en la línea divisoria
entre dos tierras que se debaten
aguerridas en sus dominios:
a mi espalda el infierno pedestre de cada día,
en mi horizonte el paraíso idealizado,
que amenaza diluirse en la efímera paciencia.

Concentrándome en cristalizar
mis pupilas nítidas
frente a la brisa del instante estático
(con el horror latente de trastocar lúdicamente
las líneas del mapa de la realidad),
bajo mis pies las letras armónicas
de la ficción subyugante,
en mis manos jirones de realidad
plasmados en horribles suspiros verbales.

La noche semestral tapiza el cielo
y aún espero el amanecer,
sueño con un ángel cegado que sostiene
en una mano una balanza en la otra un libro.
Imagino a un niño triste aprisionado
dentro del cuerpo de un hombre,
cruda fotografía de una figura inmóvil
(el reloj sonríe con sadismo
mientras gira sus manecillas).

Un halo divino que encumbre
mis músculos derrotados,
un peregrino que seduzca
a mis pies desnudos
a sentir la aspereza de los senderos,
una estrella que ilumine
mis aciagos laberintos mentales,
una caricia humana que levante
banderas blancas a mi tempestad interior,
los ojos de una muchacha
que reflejen mi sonrisa.

domingo, 7 de octubre de 2012

Paradigmas en conflicto



Un economista definía en un noticiero
su autodenominado concepto:
“el síndrome de Isidora”.
Para quienes conocen o viven
en Santiago de Chile,
es fácil relacionarlo con la avenida
Isidora Goyenechea.

(Sin embargo, para muchos santiaguinos
esta avenida no les dice nada,
y no deben sentir vergüenza por ello).

El síndrome de Isidora afecta a quienes
creen que todo Santiago,
e incluso rodo Chile,
es una prolongación muy similar
al paisaje de esta avenida.

Por cierto, el paisaje aludido
es el exclusivo barrio El Golf,
centro neurálgico financiero
y de negocios de Santiago,
al punto que se ha llamado a
este barrio “Sanhatan”.

Si uno camina por Isidora Goyenechea
aprecia costosos y elegantes restoranes,
pubs, cafés, amén de lujosas boutiques
y renombrados bancos,
muchas de estas instituciones
de prestigiosas cadenas extranjeras,
y el paisaje se completa con elevados
edificios de sofisticada arquitectura,
donde pasean pudientes y refinados ejecutivos,
quienes conversan un vino de exportación
y juegan con sus teléfonos inteligentes.

Evidentemente, en un país tan
escandalosamente desigual en lo social
y económico, pensar
que esta larga u angosta faja de tierra
es una prolongación de la avenida
Isidora Goyenechea
es una enajenación tan absurda
como delirante.

Sin embargo, los oscuros y ominosos
señores que me amedrentan
e intentan confundirme,
así lo creen,
o al menos consideran que
en eso consiste la felicidad.

En efecto, yo vivo en el barrio El Golf;
el edificio que habito colinda con
el Hotel Ritz Carlton de Santiago de Chile.

Mas mi figura desgarbada y sencilla;
mis atuendos poco formales y
más semejantes al estilo hippie;
mi piel morena y mis gestos sobrios,
no revelan esa alcurnia ni cosmovisión
que caracteriza a las personas que
aquí viven o trabajan.

Si se me juzgara por mis ideas
políticas, religiosas y sociales,
ardería en la hoguera de
la Santa Inquisición.

Son muy distintos paradigmas en conflicto,
y para estos señores intolerantes,
a los cuales una melodía de Víctor Jara
o unos versos parreanos
causan urticaria,
la felicidad se fundamenta en
sus elitistas valores materialistas.

Más que imponer un paradigma,
creen que todo ser humano que aparece
en su campo de visión
pertenece a éste.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ocasos cíclicos



El hombre se despierta al alba.
Lava su cara frente al espejo,
se viste con ropa planchada ayer,
da un beso a su mujer dormida bajo las sábanas,
saluda a su vecino al otro lado del ante jardín.

Al llegar al trabajo se encuentra con su jefe;
lo hace pasar a su oficina:
“Siéntese, hombre, va a escuchar palabras ásperas”.
Lo felicita por sus impecables diez años en la empresa.
Lamentablemente, es época de vacas flacas;
hay reducción de personal,
su desahucio está en este sobre.

Camina triste por veredas aglomeradas de gente,
entra a un bar en penumbra,
se encuentra con un amigo de juventud.
Se abrazan.
“Años que no nos veíamos”.
Le invita un trago y le da su más sentido pésame,
el hombre lo mira interrogado.
“Tu mujer ha muerto,
el barrio en que vives fue expropiado,
tu vecino se ha mudado”.

En una esquina del baño se sienta a llorar;
las nubes se juntan ahogando la luz.

En medio de la calle mira su reloj:
las manecillas se han detenido,
los vehículos están suspendidos en el aire,
los transeúntes congelados a medio caminar,
el silencio gobierna la ciudad,
el sol desciende lentamente barnizando el horizonte de carmesí.

El hombre se recuesta sobre el pavimento.
“No hay razón por qué vivir”, piensa.
Cierra sus ojos inundándose de oscuridad,
no espera nada del día por venir.

El hombre se despierta al alba.
Lava su cara frente al espejo,
se viste con ropa planchada ayer,
da un beso a su mujer dormida bajo las sábanas,
saluda a su vecino al otro lado del ante jardín.