domingo, 7 de octubre de 2012

Paradigmas en conflicto



Un economista definía en un noticiero
su autodenominado concepto:
“el síndrome de Isidora”.
Para quienes conocen o viven
en Santiago de Chile,
es fácil relacionarlo con la avenida
Isidora Goyenechea.

(Sin embargo, para muchos santiaguinos
esta avenida no les dice nada,
y no deben sentir vergüenza por ello).

El síndrome de Isidora afecta a quienes
creen que todo Santiago,
e incluso rodo Chile,
es una prolongación muy similar
al paisaje de esta avenida.

Por cierto, el paisaje aludido
es el exclusivo barrio El Golf,
centro neurálgico financiero
y de negocios de Santiago,
al punto que se ha llamado a
este barrio “Sanhatan”.

Si uno camina por Isidora Goyenechea
aprecia costosos y elegantes restoranes,
pubs, cafés, amén de lujosas boutiques
y renombrados bancos,
muchas de estas instituciones
de prestigiosas cadenas extranjeras,
y el paisaje se completa con elevados
edificios de sofisticada arquitectura,
donde pasean pudientes y refinados ejecutivos,
quienes conversan un vino de exportación
y juegan con sus teléfonos inteligentes.

Evidentemente, en un país tan
escandalosamente desigual en lo social
y económico, pensar
que esta larga u angosta faja de tierra
es una prolongación de la avenida
Isidora Goyenechea
es una enajenación tan absurda
como delirante.

Sin embargo, los oscuros y ominosos
señores que me amedrentan
e intentan confundirme,
así lo creen,
o al menos consideran que
en eso consiste la felicidad.

En efecto, yo vivo en el barrio El Golf;
el edificio que habito colinda con
el Hotel Ritz Carlton de Santiago de Chile.

Mas mi figura desgarbada y sencilla;
mis atuendos poco formales y
más semejantes al estilo hippie;
mi piel morena y mis gestos sobrios,
no revelan esa alcurnia ni cosmovisión
que caracteriza a las personas que
aquí viven o trabajan.

Si se me juzgara por mis ideas
políticas, religiosas y sociales,
ardería en la hoguera de
la Santa Inquisición.

Son muy distintos paradigmas en conflicto,
y para estos señores intolerantes,
a los cuales una melodía de Víctor Jara
o unos versos parreanos
causan urticaria,
la felicidad se fundamenta en
sus elitistas valores materialistas.

Más que imponer un paradigma,
creen que todo ser humano que aparece
en su campo de visión
pertenece a éste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario