jueves, 18 de octubre de 2012

Victoria de Morfeo



El Tiempo traspasó con ágiles pasos
los cinco continentes;
hizo caso omiso al pregonar
de noticias polémicas;
bajó sus párpados ante alaridos
desconsolados de niños hambrientos;
inclinó la cabeza ante la invitación del monarca
a pantagruélicos banquetes.

Sobre océanos humanos durmió una siesta,
su palpitar acompasado paralizó
los engranajes de industrias;
los cuerpos de los amantes
se recostaron dándose la espalda;
los soldados dejaron sus armas en anaqueles,
displicentes al estrépito del bombardeo enemigo;
ángeles en las alturas se encogieron de hombros
al mirar a pueblos desangrarse
en crímenes inhumanos.

El Tiempo soñó con la semilla
fecundando la tierra virgen;
con el milagro de los condenados a inanición
compartiendo el pan;
la risa de los niños inundando
de alegría a los ancianos.

Un hombre puliendo
las facciones de esperanza
entre figuras estáticas
privadas de consuelo.

Sin embrago, sus sueños
guardaron reposo;
la inercia de la modorra clavó
su bandera en la conciencia,
y los suspiros se apoderaron
del espíritu de los emprendedores.

El ocaso barnizó los músculos
de los atletas frente al disparo de partida;
el instinto gregario se confinó al claustro,
cual epidemia que se propaga
como una estampida silenciosa.

El letargo gobernó el dominio de los deseos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario