martes, 30 de octubre de 2012

Añoranza de campos de trigo



Emulando a Saint- Exupéry,
me he posicionado arbitrariamente
en los dominios de la nostalgia
por el Principito, que sintiera
aquel noble mamífero.

Porque en noches como estas
siento que mi cuerpo es
un muñeco de trapo,
liviano y vulnerable,
que alberga el vacío triste
de tu ausencia.

Y mi memoria se eleva
con la energía de un suspiro
al atardecer,
a los territorios indelebles
donde la dicha me invadió
al contemplar tu rostro angelical
y tu risa de musical cadencia.

Invocación involuntaria
de tus gestos y palabras,
que desfilan como querubines
alrededor de mi figura qujotezca,
que no puede evitar perderse
en la ensoñación de tu mirada.

Cada evocación de tu sonrisa espontánea,
elixir adictivo que me emborracha
hasta desear fundir nuestros cuerpos
en un cariñoso abrazo,
 es ahora un canto de lobo solitario
motivado por la distancia.

Siento que mis dedos adquieren
voluntad propia para tomar el teléfono,
y así deleitarme con la sinfonía de tu voz
y la panacea del contenido de tus palabras,
que reparan todos mis jirones existenciales.

Añoro danzar en los campos de trigo
que evoca tu suave cabello
color dorado,
y mi deseo es acariciarlo
hasta que tus párpados cedan
a un dulce sueño infantil.

No quiero hablar del futuro
ni del inexorable destino,
sólo quiero morir en un segundo de trance
en la serena pasividad de reconstruirte
en mi memoria.

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