jueves, 28 de octubre de 2021

Cartelera



Penélope veía todos los días la misma película en el mismo cine. Afición que nació con el flechazo del misterioso joven que conoció en una librería. La invitó a disfrutar de la ciencia ficción neo- noir de ciborgs replicantes, hologramas femeninos y milagros que superaban la lógica natural. Aceptó ir por él, no le gustaba para nada ese tipo de cine. Fue tal el romance que hubo después de la función, en un motel próximo al Paseo Bulnes, que se enamoró del recuerdo del muchacho proyectando su imagen en el celuloide.

Desapareció su amor y todos los días revisaba el mismo filme, con la esperanza de encontrarlo entre los asistentes a la sala. Incluso hallaba parecido al amante fugaz con el actor Ryan Goslin. Lágrimas en la butaca y su imaginación volaba con la proyección de la película, sueños empañados de que K traspasara el telón y, reencarnado en humano, se acercase a besarla.

Hasta que un día preguntó por el filme en la ventanilla y le informaron que ahora exhibían una película de Woody Allen. No, no me interesa ver a ese judío histérico, pensó. La cinta en cartelera era “La rosa púrpura de El Cairo”.

viernes, 8 de octubre de 2021

Litorales arcanos



Pasos cansinos sobre la arena
a tientas, extravío el rumbo
los pies desnudos reconocen la superficie
granos pequeños de una playa suave
planicie ondulada y serena
viento espeso, cabeza ardiente
no siento el clamor de las olas
sólo me acompaña una melodía infantil.

Tal vez camine sobre las dunas de Ritoque
escenario de juegos de ni niñez
o quizás estoy en el Desierto de Atacama
busco osamentas de familiares desaparecidos
pero mi genealogía carece de víctimas
a lo mejor sí es una playa
tumbos en Reñaca, en el cementerio
no ríen jovencitas de buena familia
ni estridente música en inglés.

El reflejo del sol en la arena
ciega la vista de golpe
lentes oscuros, bastón, lazarillo
en un laberinto sordo sin paternidad
mis pies se hunden inevitables
¿arena movediza?, ¿Mar Muerto?

¿Cuál es el sustento a este cúmulo?

A medida que las plantas de mis pies 
degustan la sustancia viscosa
ardiente que derrite mi piel
especulo que las playas descansan
sobre una masa ígnea, volcánica.

Una mujer vestida de oscuridad
me susurra en esperanto:
“Las profundidades arenosas
que envuelven tus raíces
no son más que tu propia epidermis
nido de las verdades de fuego
sensibles para nadie más, Gonzalo”.

domingo, 3 de octubre de 2021

Cultura televisiva


La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”.
Federico Fellini


Hasta avanzadas horas de la madrugada, Benjamín sintonizaba canales de la televisión abierta. Lo hacía por tedio, jamás por interés. Su opinión sobre la industria del espectáculo no era en ningún caso favorable, pero luego de revisar una y otra vez las redes sociales, de recorrer las películas de la televisión por cable, incluso de mirar alguna serie en Netflix (pagaba con esfuerzo una cuenta básica), terminaba por envolverlo el fastidio y prefería ver contenido basura en vez de buscar productos culturales interesantes donde sabía, de antemano, no los iba a encontrar.

Se consideraba a sí mismo un literato decepcionado. Su pasión por la literatura no había sido sepultada del todo, pero veía con frustración su Licenciatura convertida en un título de cesantía ilustrada. Por cierto, continuaba leyendo autores interesantes, pero cada vez constataba que las letras, el lenguaje y la ficción perdían más terreno en esta sociedad de consumo y manipulación mediática. Además, ni los libros ni la cultura le daban de comer. Cercano a sus treinta años, vivía con su madre en un departamento de Ñuñoa y le desesperaba la idea de no poder desplegar sus alas.

Sin embargo, una tarde en que visitaba una librería en el centro de Santiago, un casual encuentro daría un giro a su vida. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio entre las estanterías a Esteban, un primo unos años mayor que él que sabía era comunicador audiovisual y bastante exitoso, al menos en el aspecto económico. Hace un par de años se desempeñaba como productor ejecutivo en Chilevisión. Al reconocer a Benjamín lo saludó efusivo, abrazo afectuoso de por medio, y al preguntarle por su situación laboral de inmediato esbozó una idea que pensó muy conveniente, tanto para él como para su primo. Esteban citó para el día siguiente a su primo a su oficina en el canal, con prometedores planes.

La impresión de Benjamín al llegar al edificio de Chilevisión fue mayor. Verse entre tanta seguridad, solicitar el pase de visita para entrar a las dependencias en la recepción y caminar entremedio de estrellas de TV fue una experiencia, por decir lo menos, curiosa. Al llegar a la oficina de Esteban, él le ofreció un café y luego atacó directo al asunto.

Mira, primo, a Chilevisión le ha ido muy bien desde que la adquirió Turner Broadcasting. El área de entretención ha aumentado suculentamente los ingresos, con beneficios para todos. Sin embrago, hay un problema de credibilidad de por medio, que afecta al Departamento de Prensa. La idea es combatir un poco el desprestigio que acarrea la faradulización de la industria televisiva mediante la generación de contenidos culturales. 

Bueno, Esteban, me parece muy bien. Pero ¿qué monos pinto yo ahí?

Es muy simple. El periodista Daniel Celis prepara un segmento en Chilevisión Noticias, en el central, en el cual comentará diversos temas culturales, desde comentarios de libros hasta de corrientes filosóficas o sociológicas. Se pretende dar un barniz docto a los contenidos periodísticos.

Ubico a Celis, ¿era el mismo que antes estaba en el matinal?

Sí, el mismo. Tu labor sería generar esos contenidos, escribir una vez a la semana un texto que le haríamos llegar a Daniel, con temas que podemos pautear entre nosotros, para que él elabore el comentario televisivo. Habría hartos billetes para ti.

Ya, me suena interesante. Ahora, ¿Celis citaría las fuentes?, ¿saldría mencionado en los créditos de ese comentario?

Benja, no aspires a tanto. Un periodista como él no tiene tiempo de investigar temas de cultura. Tú tienes una licenciatura y lees constantemente. Además, sé que necesitas el dinero. Podríamos pedirle a otro licenciado en literatura o en filosofía cesante que hiciera este trabajo. He pensado en ti por el cariño que te tengo. Ya habrá tiempo para que publiques tus libros.

Benjamín caminó dubitativo al paradero para regresar a su hogar. No era una mala alternativa, lo que le pagaría el canal le significaría contar con ciertos ingresos que mejorarían bastante su situación. El punto era entregar sus conocimientos para que este periodista se arrogara la autoría y Esteban fue taxativo en señalarle que no podría revelar que él escribía los comentarios. Debía responderle en, a lo sumo, un par de días.

Al día siguiente, sentado al computador de su pieza, Benjamín no sólo había decidido aceptar la oferta, sino que ya esbozaba un borrador del primer comentario. La necesidad tiene cara de hereje, se repetía mentalmente. Tal vez su nombre y pluma, como le había insinuado su primo, tendrían futuras oportunidades de figurar. Redactaba un par de carillas acerca de la noción de campo cultural en Pierre Bourdieu. 

Espero con ansias hasta el jueves de la siguiente semana. Sentado en el living del departamento, junto a su madre, que ignoraba los pasos de su hijo, miraban el noticiero central de Chilevisión. En los minutos finales del programa, el conductor Ignacio Muñoz, con actitud ceremoniosa, anunciaba el estreno del segmento Cultura para todos, a cargo del periodista Daniel Celis. Éste se mostraba muy compuesto y bien arreglado, luego de una cortina televisiva con gráfica que incluía retratos de Shakespeare y Cervantes, y leía parsimoniosamente en el teleprompter una adaptación del texto original de Benjamín. 

El fantasmal autor del comentario se enteraría de los detalles después. Su primo Esteban le indicó que su texto era sumamente valioso, pero debió ser suavizado en el lenguaje, pues la audiencia televisiva mantenía un nivel intelectual inferior al requerido para un ensayo académico. También le aclaró que Daniel Celis confió en Esteban, así como los otros productores, pues ni el periodista ni los jefes podrían ser capaces de retener, menos memorizar, un escrito de esas características. Era una materia que, evidentemente, no dominaban.

Luego de la primera emisión del segmento, la madre de Benjamín reaccionó efusiva, resaltando la calidad cultural del periodista Daniel Celis y le comentó a su hijo que era genial que se incluyeran esos contenidos en la televisión. Sin duda, Celis era un intelectual de estatura. Benjamín asentía con amargura y, para disipar cualquier sospecha, le respondió a su madre que tenía toda la razón. 

También fueron elogiosas las reacciones de la opinión pública ante este nuevo segmento en las noticias. A las pocas semanas estaba instalado el tema de la agudeza intelectual de Celis y de la apuesta comprometida de Chilevisión. Esteban alentaba a su primo, le confidenciaba que Cultura para todos no sólo había aumentado el rating en ese horario, sino que había elevado la audiencia de los sectores ABC1, lo cual tenía a los productores de la estación eufóricos. 

Benjamín se sentía ambivalente respecto de este fenómeno televisivo. Si bien había aumentado ostensiblemente sus ingresos, lo cual invertía en interesantes libros, funciones de cine arte y cafés bohemios con amigos, le horadaba el ánimo que todo ese éxito fuera atribuido a la capacidad profesional de un periodista que con suerte entendía lo que él le redactaba semana a semana. 

Y el creciente interés de los televidentes redundó en que Benjamín debió esforzarse cada vez más. En principio abordó temas de filosofía, como ensayos de Byung Chul Han y La dialéctica de la ilustración, de Adorno y Horkheimer, que dominaba en general, pero luego debió concentrarse en la lectura acerca de la semiología de la imagen con autores como Ronald Barthes y otros que le significaron un trabajo adicional. Y no hubo mayores honorarios por su dedicación extra. 

En un momento, luego de varios meses de asonadas presentaciones de Daniel Celis los jueves culturales, Esteban le pidió a Benjamín que escribiera una crítica elogiosa de la más reciente novela de Roberto Ampuero. Él se resistió, argumentando que no era un escritor de su gusto personal y que, si bien podía ser un libretista fantasma para la TV, otra cosa es que alabara las virtudes literarias de un autor que consideraba no poseerlas. Pero la réplica de Esteban fue enfática: debía obedecer esta tarea encomendada. Ampuero había sido ministro de Piñera, antiguo dueño del canal, y había ciertos lineamientos político- editoriales que Benjamín debía respetar.

A regañadientes escribió el comentario, con elogios a la fluidez narrativa en el género policial de Ampuero y su humildad política al reconocer los errores de juventud en la militancia de una ideología vetusta y anacrónica. El resultado fue tan explosivo que hasta el mismo escritor le agradeció en un enlace en vivo, durante una emisión de Chilevisión Noticias Tarde, al prestigioso y culto periodista Daniel Celis.

Se acercaba el fin de año y Benjamín decidió asistir a unos cursos de estética en un centro cultural de Ñuñoa. Era para distraerse de tanto ajetreo producto de su empleo en la Industria televisiva. En casa, a su madre le había dicho que sus nuevos ingresos, que no podía ocultar, era por un trabajo de corrección de estilo de un afamado escritor, que había pedido estricta confidencialidad de su nombre. 

El curso era impartido en la Casa de la Cultura de la comuna y tenía la gracia de funcionar a modo de taller, con momentos para compartir con sus compañeros. Una bonita niña de lentes se explayó acerca de la calidad de la narrativa de Andrés Vicuña, así como de sus películas. Afirmaba que, incluso, el destino era paradójico, pues José Donoso lo había expulsado en un principio de su taller y ahora el escritor había superado con creces a la figura literaria que fue su maestro. Daba tantos argumentos convencida, con un dejo de arrogancia, que Benjamín no lo soportó más y exclamó:

No tienes idea de los que estás hablando. Confundes a un escritor de moda de los 90, de narrativa fácil y liviana, con la alta cultura.

¿Y tú qué tanto sabes?, ¿a quién le has ganado? Para tu mayor información, intelectuales de tanto peso como Daniel Celis han alabado la literatura de Vicuña.

¡¿Cuándo ha dicho Celis eso?!

El otro día, en una entrevista en El Mercurio. No tienes cara para andar rebatiendo con tanta insolencia, ¡pedante!

Para Benjamín fue indignante. El problema no era, claro está, ni Vicuña, ni José Donoso ni Perico los Palotes. El asunto era que ese ignorante de Daniel Celis se había convertido en un referente cultural, una suerte de líder de opinión en temas literarios y filosóficos y todo a costa de su esforzado y ninguneado trabajo. Decidió que debía conversar seriamente con su primo Esteban.

Lo visitó al día siguiente a su oficina en Chilevisión. Los guardias de recepción no querían dejarlo pasar. Luego de insistir, finalmente llamaron por teléfono interno a Esteban y él permitió que ingresara. Benjamín llegó enfurecido. Estaba dispuesto a seguir escribiendo los comentarios, pero quería un aumento en sus honorarios, pues le demandaban mucho más esfuerzo que al principio y con el compromiso de su primo de que el periodista Daniel Celis cuidara más su imagen pública, fuera más prudente en sus declaraciones y no anduviera hiperventilado refiriéndose acerca de temas y personas que, por cierto, abordaba con chapucería intelectual.

Benja, tú firmaste con contrato que te eximía de tus derechos de autor y te deja completamente ajeno a los derechos de imagen de Daniel Celis, pese a que te pagamos las remuneraciones a honorarios. Ganas mucha plata, hombre, no deberías alterarte tanto por unas inocentes declaraciones. 

Es que siento que este juego ha llegado demasiado lejos.

Bueno, si así crees, te informo que la puerta es bien ancha. No eres indispensable, Benjamín, habrá otra persona que pueda seguir haciendo tu trabajo.

A los pocos meses Cultura para todos dejó de ser un segmento en Chilevisión Noticias. Los ejecutivos del canal explicaron a la prensa que el espacio había cumplido un ciclo y veían nuevos horizontes profesionales para el periodista de bagaje intelectual.

Fue una Navidad muy triste para Benjamín. Todo el esmero al tacho de la basura y sentirse tan decepcionado. A principios del año siguiente hubo una noticia que lo estimuló. Los antiguos organizadores restablecieron los Premios Altazor. Curiosamente, y hablaba del regreso triunfal de estas preseas culturales, la ceremonia sería transmitida en directo por Chilevisión, en horario estelar. Evidentemente, el premio Aporte televisivo a la cultura fue para Daniel Celis.