viernes, 2 de octubre de 2015

Agua quieta


en el parque se asoman sombras
cuerpos del pasado interpelan
ave suspendida que no lleva el mensaje
cofre de recuerdos bajo siete llaves

volver a los pies de niño sobre la playa
el mar de los ancestros levanta olas
se diluye en un agujero diminuto

sendero que termina en el vacío
niños buscando el bastón del abuelo en
la casa derruida,
niebla que amaina sobre los pies
seguimos preguntando quiénes somos

la herida abre sus ojos al sol
en cada tropiezo el semblante nos observa
cada recuerdo se acumula en el desván
los postigos del tiempo jamás cierran

la mañana más triste de mis días
en tierra marcando a fuego sobre la piel
aquella silueta encarnada
en sucesivas personas de mundos remotos:
el aula de mi infancia
el boliche donde almuerzo
el crucifijo ante el cual jamás me inclino

barrida de prisioneros
escapan de madrigueras inmóviles
despejando animales fosilizados
ellos fluyen como cursos de agua
por las ruedas del molino anquilosado
ya a salvo de petrificarse en el instante
para cristalizar la memoria