lunes, 21 de enero de 2013

Palabra de mujer



“Un siglo, un día”, antología breve de Mariela Ríos:
Palabra de mujer

          Mariela Ríos Ruiz- Tagle (Santiago, 1951), antropóloga, escritora, poeta y narradora, publica el libro de poemas “Un siglo, un día” con la categoría de Antología breve, sin que esta selección, por sucinta que sea, peque de poco representativa de su obra o sea una muestra que no contenga los elementos más característicos de su estilo y de su singular voz poética.
          Con un excelente e ilustrativo prólogo de la poeta Ingrid Odgers Toloza, la obra incluye dos selecciones de poemas: una correspondiente al período 1980- 1990 y otra de creaciones recientes, alternadas en la publicación sin un orden temático.  El primer conjunto destaca por ser poemas más escuetos que los del segundo. Priman en estos versos la economía del lenguaje, con un tono lírico más seco que los textos más recientes, pero con imágenes y metáforas concisas y de potencia semántica.
          Los poemas más actuales son literariamente más floridos, de pluma más suelta y en los cuales la autora no escatima en detalles. Abundan más figuras literarias, enumeraciones poéticas, incluso pleonasmos, y es usual que un adjetivo acompañe al sustantivo.
          Hay un sentido más narrativo en las creaciones recientes, pero sin eclipsar el carácter eminentemente lírico de la obra en su conjunto.
          Es inevitable notar el influjo de Parra en los poemas del período 1980- 1990, como por ejemplo en “Imagen”, una sucinta reflexión poética sobre la identidad, teñida de un temple taciturno.
          A juzgar por esta antología, me atrevo a definir la poesía de Mariela Ríos como profundamente femenina, en el sentido de la mujer delicada, espiritual, marcadamente sensible, sea desde su fina percepción del mundo como desde el mundo que construye con las palabras: frágil y vulnerable, de suave carácter, mas no por eso menos sentido, menos dolido. Sin embargo, es el carácter sensible de la mujer resiliente, del ser de entereza, aquella que percibe a nivel epidérmico pero es plenamente consciente de su biología reproductiva, aquella que la consagra ancestralmente como un ser más tolerante al dolor por su capacidad de albergar vida en su vientre.
          De esta forma, la sensibilidad se constata por diversas experiencias: en la fuerza semántica de las metáforas sobre el carácter finito de la vida y la convivencia de la muerte entre los mortales (“Calaveras deslumbrantes”); en la desilusión amorosa y en la angustiosa soledad que añora el sensual encuentro con el hombre, hoy ausente (“Lunas clandestinas”); en el desconcierto y sinsentido de la vida a causa de la pérdida de la imagen materna (“Todos mis muertos”); en el sentimiento de vacío existencial, de abrupto anonimato, de absurdo vital y de doloroso ridículo, con bellas imágenes del mundo circense en “Canto a la muerte de un payaso”, pero, en especial, se palpa nítidamente la entereza de mujer, con su acogida amorosa, de ánimo colaborador y, principalmente, de fértil omnipresencia, en el poema “Comunión”. El sólo título alude a estos valores, no obstante la autora identifica el espíritu universal de la matriz con la naturaleza, en un espíritu panteísta, donde la mujer “se funde y ríe sobre las arenas invisibles/ La madera silenciosa de los árboles la abraza/ Y se desliza por sus montañas verdes, infinita”. De forma patente, nos señala que la Madre Tierra es “una dama sin nombre”.
          El icono idealizado del segundo sexo, tanto en sus virtudes de temple como de sensibilidad, es también rescatado en los versos de Mariela Ríos en la figura de la mujer poseedora de una inconmensurable capacidad de amar. Esta potencia afectiva, coherente al símbolo de la fémina fértil y sensual, es exaltada en los atributos de la belleza y del encanto que nos despierta a los varones, los cuales emergen con “silencioso/ juramento/ de/ sirena en la vida”, y son germinadores de vida, pues se alzan como una voz “entre/ muros/ de/ soles/ subterráneos”.
          Tal como lo explica la poeta Ingrid Odgers en el prólogo, la poesía de Mariela Ríos transita entre el modernismo (con tópicos como la angustia por el paso demoledor del tiempo, en “Minuteros”), y el posmodernismo, por su definida voz poética intimista. En efecto, este carácter posmodernista también se aprecia en la obra en su conjunto, pues ubica en un mismo punto temporal experiencias cronológicamente distantes, tanto en el orden alternado de poemas de períodos distintos, como en aquella voz intimista que aúna hechos no contemporáneos, tal como alude el título del libro: “Un siglo, un día”.
          Estos versos son escritos desde la auténtica experiencia, perspectiva genuina que inunda toda la obra, entendida como, en palabras de Odgers, una “inalterable posición del espíritu creador”, lo cual permite esta reunión atemporal de vivencias. Este rasgo bien puede ser identificado con el sentido de la posmoderna frase de Borges, que versa: “En una muerte están todas las muertes del mundo, en un día están todos los días de la humanidad”.
          Ahora bien, el transcurso del tiempo es una temática dominante en esta antología, más allá de su carácter o posible categorización en una corriente estética. De esta forma, el tópico oscila entre la sensación subjetiva del tiempo como un marasmo de lento ritmo, con su evidente cuota de dolor, en “Réquiem”, y la fugacidad de los sentimientos en un tiempo inasible, vaporoso, en “Pianos lejanos”.
          Si bien Ingrid Odgers señala certeramente el carácter íntimo de los versos (conjuntamente con subrayar la autenticidad de la voz poética de Mariela Ríos), en la obra cohabitan poemas inspirados en otros creadores de la palabra, con los cuales Mariela dialoga poéticamente pese a la ausencia de ellos.
          Tanto en “Canción a Pablo” como en “Lunas para mi jardín” abunda el recurso de intertextualidad. Así, la autora le dice a Neruda que le sueñan “pesadillas de llorosas Guillerminas” y le comunica a Eduardo “Gato” Alquinta que le aguardarán “como infantes sorprendidos en la primera/ comunión”.
          Esta breve antología de Mariela Ríos Ruiz- Tagle es muy representativa de su estilo y de su voz poética, delicada y con la integridad de la mujer de temple, etérea y melancólica, pero también revela su deseo de trascendencia, de perpetuarse al convertir su dolor vital en un legado, siempre con su alma elevada, consciente de que “sólo/ el/ cielo/ acoge su danza final”.
          Mariela sublima sus sinsabores para legarnos su poesía cuando anuncia: “construiré a ciegas/ con mi sangre insolente/ las grandes montañas”.


Santiago, primer semestre de 2010

martes, 15 de enero de 2013

Al maestro con cariño



“Luna nueva”, responde orgullosa y con satisfacción en su voz. Quedo un poco desencajado. “¿Se podría saber por qué, Andrea?”. “No sé, profe, porque es un amor imposible. Bella realmente está enamorada de Edward, pero todo se complica, y además los efectos especiales están súper bien logrados, sobretodo en las escenas de los hombres lobo”.
Decididamente suena algo desconcertante la respuesta de esta adolescente alumna ante la pregunta sobre un film que la haya marcado y en el cual vea reflejada su identidad. Con mucho respeto a la saga Crepúsculo y su ejército de fans incondicionales. Pero lo que no me supo responder Andrea espontáneamente es qué elementos propios de nuestra idiosincrasia chilena son fielmente retratados en aventuras de jóvenes vampiros virginales que se desarrollan en un característico pueblo pequeño estadounidense.
La verdad, la ingenuidad fue mía al esperar otra respuesta. La cinta de Chris Weitz basada en la novela homónima de Stephenie Meyer superó los 480 mil espectadores en Chile y fue un fenómeno cultural de masas, incluido el merchandising, que revolucionó a los púberes del mundo entero, amén de sus suculentas utilidades económicas.
Debí haberme planteado esta realidad, que supera ampliamente mi idealista mapa de las nociones de cinematografía, cuando el profesor titular de la cátedra me propuso asumir como docente auxiliar para, en sus palabras, reencantar a los jóvenes con la pasión por el buen cine y sus alcances sociales e ideológicos.
Pero el desafío está comprometido y he visto a lo largo de este año como todas mis nociones sobre cine como expresión de arte, como medio de comunicación de masas objeto de la semiología de la imagen o como instrumento de la Industria Cultural con alcances dentro de la ideología social dominante en cualquier sociedad con intenciones de mantener la estructura de poder, o simplemente como objeto de estudio cinéfilo especializado, contrastaron violentamente con la idea del alumnado de las películas como un ameno panorama de week end, en compañía de cabritas y bebidas gaseosas, junto a los amigos en una de las multisalas de cadenas que tientan a los jóvenes con comida chatarra una vez finalizada la función.
Sin embargo, pese a que el cine es un fenómeno principalmente adolescente, sería injusto atribuir exclusivamente a la gente joven de estas prácticas de consumo cultural frívolas y extranjerizantes. La tiranía de Hollywood se impone en la taquilla chilena de forma transversal a los rangos etáreos de los espectadores.
Sin embargo, sin ánimo de cargar la mano a mis estudiantes, me duele que para muchos de ellos obras nacionales a mi juicio tan notables como “Tony Manero” sean calificadas de aburridas y lisia y llanamente malas. No creo que diste mucho un referente de Séptimo Arte para estos alumnos como para los chilenos en general. Spielberg, parece ser la palabra mágica que, sin desmerecer su mundo de aventuras y fantasías, o su eficiente capacidad narrativa, poco o nada de arraigo identitario tiene con esta larga y angosta faja de tierra y le hace un triste favor a talentos incluso semi desconocidos en nuestro país, como lo son Raúl Ruiz y Miguel Littín.
Cine como mero producto de la Industria de la entretención, e incluso una inconsciente alternativa de evasión. En este sentido me pregunto qué busca el espectador chileno tipo en las salas de cine o en el arriendo de películas.
“Cuando desde el Consejo de la Cultura abogamos por una gran internacionalización del cine chileno, lo hacemos porque estamos convencido de que ese es un conducto muy eficaz para proyectar nuestra identidad cultural en el mundo”, sentenció el entonces Ministro de Cultura, José Weinstein, en un encuentro sobre educación y cultura el año 2005. En efecto, la identidad cultural chilena está en juego frente a la globalización. No existe una cultura global, sino culturas específicas que se globalizan, que adquieren hegemonía en el mundo. Este es el objetivo de la política cultural con respecto al cine, al menos en ese entonces.
No es de extrañar entonces que, desde el año 2004 hasta el 2007 (sólo por citar un registro), los filmes chilenos con suerte hayan superado el millón de espectadores en salas nacionales, en abierto contraste con los de origen estadounidense, los cuales nunca bajan de los ocho millones.
Otro dato duro: el año pasado, la cinta más vista fue “La era del hielo 3” con 1.421.722 espectadores, mientras que la nacional “Grado 3”, marcando un record de taquilla, apenas llegó a 240 mil.
Los jóvenes en mi curso bostezan con desenfado cuando les proyecto películas de Aldo Francia o Helvio Soto, y no es de extrañar, pero el punto es hacia a dónde apunta no sólo la docencia especializada, sino la política cultural y todos los esfuerzos de la modesta industria cinematográfica chilena, incluida la crítica, la distribución, la publicidad, el fomento estatal y también la investigación académica.
No se trata de bregar por un patrioterismo machacón en el Séptimo Arte (soy gran admirador de cinematografía de diversas latitudes), sino más bien de reconocerse en la identidad nacional y buscar una sentido más profundo en el consumo de películas. Las naciones desarrolladas se han visto reflejadas en sus procesos históricos mediante el cine: es el caso del Neorrealismo Italiano y del Nuevo Cine Alemán con la Posguerra. Tampoco apoyar al cine sólo por ser chileno. Pero es un hecho que en el tiempo reciente nuestras películas son más reconocidas en festivales extranjeros que por el gusto de nuestra gente.

Santiago, primer semestre de 2010

lunes, 14 de enero de 2013

Un Camino Tortuoso



Publicación de obras literarias:
Un Camino Tortuoso
  • Pese a que la producción literaria nacional aumentó en un 8,5% en el primer semestre del año pasado, la realidad para los escritores es áspera al momento de publicar porque las cifras de títulos publicadas no se condicen con la cantidad de libros vendidos.

El joven poeta Carlos Valle estaba dichoso aquella tarde en la que visitó a su amigo periodista y editor Héctor Velis Meza. La editorial LOM, de reconocido prestigio por publicar a autores de la talla de Ramón Díaz Eterovic, había aceptado publicar su obra poética. Sin embargo, Velis Meza, conocedor del mundo editorial, aterrizó al incipiente vate: la editorial le exigiría el pago de un millón de pesos para embarcarse en la publicación de su libro.
Esta circunstancia adversa para el escritor se repite, con diversas variantes. En muchos casos a la hora de intentar publicar sus escritos, Chile, tierra de poetas, no presenta un panorama muy favorable para sus promesas literarias. Si bien el país ostenta un incremento de un 8,5 por ciento en su producción literaria el primer semestre del año 2006 con relación al mismo período del año anterior, esta cifra resulta ser aparente al contrastarla con la cantidad de libros vendidos, muy inferior al tiraje inicial.
Héctor Velis Meza, periodista de profesión, miembro del directorio de la Cámara Chilena del Libro y, además, escritor dueño de su propia editorial, aclara que no se acerca a la verdad la imagen nacional de una escasa edición, impresión y lanzamientos de volúmenes de literatura. “Incluso se puede decir que Chile es un país donde se publica mucha poesía”, afirma, considerando que es la narrativa el género preferido por las editoriales.
No obstante, aunque el año 2005 se publicaron 3 mil 565 títulos, “un porcentaje muy alto de esos libros jamás llega a las librerías”, señala el editor. Un ejemplo de esta situación que entrega el periodista son los libros de fondos concursables. Asimismo, Velis Meza asegura que las cifras de producción literaria nacional se interpretan de distinta forma en la Cámara Chilena del Libro, donde se indica el número de libros publicados, y en la Sociedad de Editores de Chile, donde muestran la cantidad de libros vendidos.
“Lo más importante en un libro, curiosamente, no es publicarlo, sino venderlo”, dice el escritor, sin temor a ser paradojal en su apreciación dada la pesimista evidencia que entrega a su gremio. En este mismo sentido agrega que “más importante que el escritor, muchas veces, es el que vende el libro”.
Según Velis Meza, no es posible saber la cantidad de libros vendidos. “En el mundo del libro existe desconfianza y nadie dice la verdad”, explica. Sin embargo, como cifra estimativa, arriesga a decir que las ventas totales por concepto de libros al año bordea los cien millones de dólares, lo cual, a su juicio, no es tanto en consideración a la cantidad de habitantes en Chile.
“En rigor, yo creo que ha crecido la industria de la impresión más que la de la edición”, opina el director de la Cámara Chilena del Libro. A modo de ejemplo, cita el caso de su amigo poeta Carlos Valle, quien debió pagar la mitad de la edición de su libro, con la posibilidad, en la eventualidad que la edición se venda exitosamente, de recibir una cifra mayor que la invertida, además de los derechos de autor.
Ante los evidentes riesgos que pesan sobre los nóveles escritores a la hora de publicar, que se acrecientan si lo hacen por primera vez y son desconocidos, surge la alternativa de la auto- edición, considerando que las editoriales no se aventuran a publicar a autores que no sean una carta segura de venta. Empero, según Velis Meza, muchos de estos libros no llegan a las librerías, lo cual no implica que sea una modalidad escasa: el 14 por ciento de los libros publicados el año 2005 fueron auto- ediciones, justamente porque las editoriales sólo publican obras con venta segura. Este camino resulta más llano para los periodistas que, según asevera el editor, tienen mayor acogida para auto- editarse con ayuda de casas editoriales.
La situación es más crítica para el mundo del libro si se considera la relación entre la tirada de libros, un promedio de mil ejemplares por título, y la cantidad de habitantes en Chile, aproximadamente 16 millones. Según Velis Meza, ante estas cifras “lo que deberíamos hacer es sentarnos en la cuneta a llorar”.  Incluso novelas como “Madre que estás en los cielos”, del chileno Pablo Simonetti, que tuvo una tirada de 35 mil ejemplares es, a juicio del editor, poca cantidad para la población nacional.
Una solución alternativa que plantea el comentarista de libros de Teletrece Cable es la que él mismo ideó para sus obras literarias. Creó una editorial, Ediciones Cerro Huelén, y estableció una sociedad con la librería Feria Chilena del Libro, que maneja junto a la librería Antártica la mayor cantidad de ventas, para publicar sus libros y distribuirlos en las tiendas de libros asociadas. Sus obras se exponen en todas las vitrinas de los locales de la Feria Chilena del Libro y ha logrado gran cantidad de ventas. Advierte que conservó los derechos de autor, un 10 por ciento de las ventas del libro, y negoció un 15 por ciento de las ventas, dejando el resto a la librería. “En este caso la auto- edición funciona”, señala.
Velis Meza enfatiza que en esta modalidad el escritor se convierte en empresa y su nombre en una marca. “Pablo Hunneus lo hizo y ganó mucho dinero, incluso vivió años de sus libros”, cuenta el escritor. Según el autor de “Las palabras por su nombre”, esta modalidad es tan exitosa que periodistas que han publicado sus libros con gran cantidad de ventas, como Cristóbal Guarello, quieren hacer lo mismo. Aunque reconoce la habilidad del periodista deportivo para escribir libros que tienen tan buena acogida en el mercado, Velis Meza enfatiza que “yo he ganado más que él”. 


Santiago, segundo semestre de 2007

sábado, 12 de enero de 2013

Trabajo de Artesanos



Difusión de obras literarias:
Trabajo de Artesanos
  • No basta con que un escritor publique un libro para luego sentarse en su escritorio a esperar que los críticos lo comenten. El autor debe realizar todo un trabajo previo considerando que la crítica no aumenta sustancialmente la venta de libros.

“Si alguien se queja porque no lo han comentado, yo le recordaría lo que es la primera tesis que siempre han planteado los escritores: yo escribo porque es lo que siento, es lo que necesito botar, no importa cómo opinen de mí”, sentencia Marcelo Cabello, editor de cultura y espectáculos y crítico literario del diario digital El Mostrador, ante el escenario hipotético de un escritor resentido por el trato de la crítica nacional.
Para Cabello hay ciertas etapas que un escritor se debe ganar antes de ser reseñado por un medio de comunicación. “No basta con decir publiqué y quiero que mi obra esté comentada, el trabajo no sólo termina cuando escribes y te editan. Yo soy de la idea de que el autor no debe quedarse encerrado en su pieza”, señala el editor de El Mostrador.
En este sentido, agrega que el escritor “también debe hacer un trabajo de mostrar su obra desde lo más pequeño, quizás participar en ferias literarias donde tiene que ir a leer, ser parte de actividades de cuenta cuentos, de talleres, postular a proyectos”.
Respecto al descontento de muchos incipientes escritores que acusan a la crítica de favorecer a ciertos autores reconocidos, Cabello aclara que “hay elementos básicos en el inconsciente de cada persona al momento de comentar algo”, por lo cual valida una cierta objetividad en la crítica. Sin embargo, reconoce que hay elementos presentes en ciertos libros que calan más profundo en los críticos, razón por la que cada comentarista tiene sus autores favoritos.
Sobre el mismo punto, Cabello señala que existe una selección en los libros a criticar y es enfático contra quienes lo acusen de elitista. “Yo no sé dónde está escrito que todo lo que se publica se tiene que comentar”, afirma. Siguiendo su argumento, agrega que “si vamos a criticar libros, vamos a tratar de seleccionar lo que, en general, es positivo”.
No obstante, el crítico literario indica que muchos comentaristas buscan voces nuevas en la literatura, generando un aporte a escritores potenciales que son las apuestas de las editoriales. “La mayor exposición de comentarios de libros tiene que ver con autores reconocidos, pero aun así uno puede encontrar en El Mercurio, en las revistas, en sitios y portales de Internet críticas de libros de gente desconocida”, aclara.
Consciente de la importancia que para los autores no consagrados significa una crítica literaria, Cabello asevera que “un autor desconocido que saca su primera obra va a ser agradecido de que salga un comentario, porque siempre tiene menos posibilidades de ser nuevamente publicado”.
Sin embargo, esta cobertura mediática de su libro no significa necesariamente un aumento de sus ventas. En este sentido, el editor de El Mostrador es claro en decir que “yo creo que no es decisiva la crítica en la evaluación que va a tener un lector a la hora de decidir si compra o no compra un libro”. Cabello argumenta su opinión justamente en el reconocimiento de los autores que generalmente tienen aquellos que circulan en librerías y son objeto de crítica.
En este sentido, Cabello agrega que “finalmente los comentarios les preocupan más a los autores que a los lectores, e incluso le preocupan más a las editoriales que a los lectores, porque en definitiva el negocio es más de los sellos que de los escritores, que solamente se llevan el 10 por ciento de las ventas de los libros”.
Sobre los criterios de objetividad que se manejan cuando el autor conoce al crítico, sea en caso de amistad o tirria,  Marcelo Cabello señala que “cuando se produce una crítica ácida, ponzoñosa y uno ve que en otros medios se da al revés, yo creo que eso termina devolviéndole la mano al propio comentarista”. Para el crítico de El Mostrador “el lector percibe que ahí hay algo más que en la crítica objetiva”.
En relación a este caso Cabello ejemplifica con la circunstancia que le ocurrió al destacado escritor nacional Poli Délano con su libro “Mi Tío Policarpo y Yo”. Un comentarista de libros de Las Últimas Noticias argumentó que los cuentos incluidos en ese volumen ayudaban a conciliar el sueño, a lo cual Délano prefirió abstenerse de enviar una misiva al diario, pues consideraba que esa crítica perdería legitimidad al ser contrastada con las publicadas en otros medios de comunicación, frente a lo cual se desprestigiaría el crítico de LUN.
Lejos de hacer un panegírico de su oficio, Marcelo Cabello admite falencias en los críticos literarios. “La crítica demuestra que va muy al ritmo de como son los tiempos de los medios de comunicación o del mismo mercado, que se hace con una inmediatez sorprendente. Se lanza el libro y a los dos o tres días se ven comentarios en distintos lados”, afirma. Sobre esta realidad, Cabello denuncia que en ciertas críticas literarias “falta rigurosidad, no se da el tiempo para una lectura reflexiva”. 

Santiago, segundo semestre de 2007

domingo, 6 de enero de 2013

Mensaje desde el fin del mundo



Vivi, mi amor, a menudo en estos
últimos días me has preguntado
por qué me enamoré de ti;
cuáles son tus encantos visibles y ocultos
que despertaron mi ternura;
tu atractivo, ¿en qué radica?

Y me sorprende que pese a estos
siete años juntos aún no tengas claridad
en este asunto.

Pues bien, como un torpe obsequio verbal,
pero escrito con sinceridad y genuino afecto, te digo:

Me había convertido en un ermitaño,
en un misántropo con ínfulas seudo intelectuales,
anacoreta en un sentido muy materialista,
y me despertaste del letargo emotivo.

Como si mis emociones fueran las articulaciones
del cuerpo humano, antaño atrofiadas,
anquilosadas por su falta de uso,
al punto que sospechaba haber olvidado
cómo hacerlas fluir.

Fue tu paciencia y comprensión,
como una enfermera en hospital de campaña,
la que vigorizó mis sentidos y emociones.

Segundo despertar a la vida, tal vez,
pero hubo mucho más que me encandiló a tu sonrisa.

Viviana, eres como aquella obra de Matisse,
donde cuerpos humanos hacen una ronda
con sus manos tomadas sobre
un colorido fondo que brinda reposo y confort
a los tonos pastel pletóricos de algarabía.

Un diván acogedor luego de la estresante jornada laboral;
siempre estás ahí para obsequiarme apoyo y compañía.

Como la persona que debió levantar el teléfono
cuando Marilyn Monroe llamó agonizante y desnuda
desde su lecho de muerte.

Mi dulce confidente, no sabes cómo ansío contarte
todos mis pensamientos y actos cotidianos
cuando paso un breve tiempo sin verte.

Hasta el día de hoy me emocionan
tus sencillos gestos, como tus caricias
suaves sobre mi rostro,
o tu cabeza descansando en mi hombro.

Creo que puedo definirte con precisión:
eres la persona que,
luego que el náufrago rendido
y con acechanzas de locura
en la última isla olvidada en el rincón
más arcano del planeta
lanza su súplica de vida en una botella
que se pierde en el océano,
recibes en una playa desierta
este trozo de vidrio y decides leer
el mensaje en su interior.

Tú otorgas sentido a mi vida
al ser yo consciente de que no soy
un desconocido anónimo en este mundo,
y aunque esté en el fin del mundo,
tú seguirás esperándome.