domingo, 6 de enero de 2013

Mensaje desde el fin del mundo



Vivi, mi amor, a menudo en estos
últimos días me has preguntado
por qué me enamoré de ti;
cuáles son tus encantos visibles y ocultos
que despertaron mi ternura;
tu atractivo, ¿en qué radica?

Y me sorprende que pese a estos
siete años juntos aún no tengas claridad
en este asunto.

Pues bien, como un torpe obsequio verbal,
pero escrito con sinceridad y genuino afecto, te digo:

Me había convertido en un ermitaño,
en un misántropo con ínfulas seudo intelectuales,
anacoreta en un sentido muy materialista,
y me despertaste del letargo emotivo.

Como si mis emociones fueran las articulaciones
del cuerpo humano, antaño atrofiadas,
anquilosadas por su falta de uso,
al punto que sospechaba haber olvidado
cómo hacerlas fluir.

Fue tu paciencia y comprensión,
como una enfermera en hospital de campaña,
la que vigorizó mis sentidos y emociones.

Segundo despertar a la vida, tal vez,
pero hubo mucho más que me encandiló a tu sonrisa.

Viviana, eres como aquella obra de Matisse,
donde cuerpos humanos hacen una ronda
con sus manos tomadas sobre
un colorido fondo que brinda reposo y confort
a los tonos pastel pletóricos de algarabía.

Un diván acogedor luego de la estresante jornada laboral;
siempre estás ahí para obsequiarme apoyo y compañía.

Como la persona que debió levantar el teléfono
cuando Marilyn Monroe llamó agonizante y desnuda
desde su lecho de muerte.

Mi dulce confidente, no sabes cómo ansío contarte
todos mis pensamientos y actos cotidianos
cuando paso un breve tiempo sin verte.

Hasta el día de hoy me emocionan
tus sencillos gestos, como tus caricias
suaves sobre mi rostro,
o tu cabeza descansando en mi hombro.

Creo que puedo definirte con precisión:
eres la persona que,
luego que el náufrago rendido
y con acechanzas de locura
en la última isla olvidada en el rincón
más arcano del planeta
lanza su súplica de vida en una botella
que se pierde en el océano,
recibes en una playa desierta
este trozo de vidrio y decides leer
el mensaje en su interior.

Tú otorgas sentido a mi vida
al ser yo consciente de que no soy
un desconocido anónimo en este mundo,
y aunque esté en el fin del mundo,
tú seguirás esperándome.

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