domingo, 15 de abril de 2012

Canchao Guele Guata



Esa frase me regalaste
mientras te colgabas a mi cuello
en un abrazo tierno,
como de niña regalona
que se acurruca
a su padre.

“Cansado, duele guata”,
con palabras infantiles
que despiertan mi cariño,
al evocarte como una niña amorosa
con la que juego a la casita
por las tardes en el chalet de Fidias.

Niña grande, que a veces eres mi madre,
y con suaves palabras absorbes
mi cariño de infante,
y me recuerda las reglas
de la responsabilidad adulta.

Madre de temple acogedor,
que en otras ocasiones
eres mi mujer atractiva y distinguida,
que en su ropa sofisticada me seduce
con la natural sensualidad
que tiene al caminar.

Mujer audaz, que más que una amante,
nunca dejas de ser una compañera
que atesora una complicidad en la vida,
y es oído atento de todas mis historias secretas.

Ahora que me encuentro
en la biblioteca de la Universidad,
te recuerdo mientras hago una pausa
al libro de  Poniatowska,
que habla de la matanza de Tlatelolco
y de la revuelta estudiantil del 68.

Es curioso, evoco realidades de mexicanos,
que crecieron como movimiento político
hasta desafiar al Gobierno mirándolo a los ojos,
mientras por los patios de la casa de estudios
mis compañeras me llaman “Gonza”,
y me tratan con la delicadeza propia
que se les brinda a los niños inocentes.

Tal vez yo sea tu niño tierno,
que se esfuerza
en el espacio del conocimiento,
para ganar el pan que alimente
nuestra vida de pareja,
y tú la mujer fuerte
que me ampare en las caricias,
reservándome a la niña
que ocultas en tu interior,
para ser la interlocutora
de mis palabras infantiles.

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