El
abrazo emotivo
registrado
en una fotografía,
que
mimetiza sus claros
oscuros
al paso
de
la luz.
Las
siluetas de un hombre
y
una mujer
dibujadas
en la arena
de
una playa,
que
se borran
al
estallido
de
una ola inclemente.
Cariñosos
susurros
al
oído,
que
se pierden
en
caída libre
en
el abismo
de
un acantilado.
De
esta forma se evapora
el
deseo de un hombre
al
contemplar su pasado,
decepcionante
paisaje
al
volver su mirada
luego
de caminar
por
el desierto temporal
y
constatar que
no
dejó huella.
Su
nombre no será
una
marca
en
la memoria
que
cincele la nostalgia.
En
sus atardeceres
el
vacío se impondrá
a
una figura
que
añore las caricias
del
cálido encuentro.
Su
sendero será
un
camino despoblado
donde
las campanadas del reloj
den
golpes sordos.
Insípidas
tribulaciones
donde
la ausencia domina
el
interior de la mirada
del
hombre cansado,
bajo
sus pies la Tierra gira
sin
descanso
y
su entorno es inmutable,
mientras
las arrugas avanzan
apoderándose
de su rostro
sin
historia.
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