domingo, 24 de junio de 2012

Cuando pase el tiempo


                                   A Viviana Vigouroux

Yo no te he prometido
amor eterno,
no he jurado tu nombre 
ante Dios en el altar,
no he firmado un documento
en el cual confluyan
nuestras vidas
hasta la muerte.

Pero te he entregado
mi herida de niño
maltratado,
he escrito mi pasado
de desencuentros
y soledades en tu memoria,
he confiado el cofre
de mis secretos más íntimos
en tus manos,
me he suspendido en el vacío
solamente sujeto
por la esperanza de que
no me abandones,
he pretendido ser
un roble fuerte y robusto,
a cuya sombra acogedora
descanse tu feminidad
de doncella triste,
y la fragilidad de tu adorable hija.

He refrescado el páramo
deshidratado
de mi aciaga soledad
con tu dulce compañía,
he intentado sentar las bases
de una morada apacible y cálida,
a cuyo abrigo podamos
estar en paz
cuidando y educando
a la traviesa niña
que comparte tus sueños.

Cada palabra que te escribo
pretendo que sea un vocablo
de una conmovedora novela
en la cual un hombre y una mujer,
cristalinos y puros,
se reencarnen en un solo ser
- nosotros, tomados de la mano,
caminando por un sendero
que conduce al infinito -
y ahora siento que el mayor
fracaso de mi vida
sería sentarme de brazos cruzados
a ver como tu cariño
se desvanece.

Perdóname
- te lo pido de corazón-
si he descuidado
las atenciones a tu
naturaleza de mujer.
No me libraría del remordimiento
si tu inocencia espontánea
se marchitara ante mi displicencia.
Tú me has enseñado
a valorar la bella fragancia
que emana de tu
elegancia natural,
pues eres una rosa sin espinas,
auténtica, transparente y sin dobleces,
y admiro tu sencillez
y sabiduría,
y soy un adicto
a tu cariño generoso.

Quiero que seas mi cómplice
en la vida,
quiero besarte tiernamente
las arrugas de tu piel
cuando seas una abuela
querendona y yo un enfermo
desahuciado,
cuidar tu fragilidad
con la delicadeza
de quien cobija
una copa de cristal
hasta el último de sus días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario