domingo, 1 de julio de 2012

Ronda de niños



                    A Viviana Vigouroux

Camino a tu lado
por las bucólicas avenidas
de La Reina,
y siento tu mano
junto a la mía,
como un dulce juramento
de sangre
de nuestro tácito
compromiso.

Nos abrazamos suavemente
a la espera de la micro
que me regrese a mi hogar,
y esos minutos están
suspendidos en el tiempo,
en armonía sutil de miradas
y caricias sinceras.

Me miras desde abajo sonriendo,
y me recuerdas
que eres varios centímetros
más baja que yo,
sintiendo que mi abrazo
es una protección
que garantice las condiciones
dignas de tu ternura e inocencia.

Somos dos niños grandes
que sienten resucitar su infancia,
al darles la espalda
al egoísmo materialista de los adultos
y su insidiosa acechanza,
formando una ronda de juegos
sin dobleces ni máscaras,
y en el espacio íntimo
que se forma entre nosotros,
albergamos a tu niña curiosa y efusiva.

Siento que tu ausencia
sería como residir desnudo
en una playa desierta
y paradisíaca,
donde todos los frutos alimentaran
naturalmente mi estómago,
pero sufriría con el desencanto
desgarrador
de no poder
compartirla contigo.

Entonces te beso
y cierro los ojos,
sintiendo que los ruidos
acompasados de los automóviles
se diluyen en un silencio
cómplice,
y nuestra ronda
forma un círculo
de unión completo y autárquico,
sólo nosotros
en un espacio privado,
ajeno al mundanal ruido,
hermético e indestructible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario