jueves, 12 de julio de 2012

Para que los niños no tengan pesadillas



Tan pálido como oscuro,
el Ying y el Yang se toman la mano,
pero una de las manos libres esconde
un arma homicida.
Una rubia araña la cara de una morena,
y la mujer de pelo oscuro mete su dedo
en el ojo de la muchacha de cabellos de oro,
mas ninguna de las dos consigue el amor en disputa,
pues el empleado público codiciado
está gris y burocráticamente
enamorado de su madre.

El anverso de la moneda envidia
con irritación al reverso,
y el enemigo del primero es zalamero
con su oponente,
ya que está seguro que sin él
nuestro viejo avaro no lo abrigará en su bolsillo.

El muchachito del western siempre ama a la rubia
(eso sí que, en secreto, les cuento que sólo yo sé
que su obsesión es la prostituta de piel canela).
Un argentino fue una vez amigo de un chileno,
le regaló discos de Gardel
y la receta del café cortado;
nunca supo que su amigo se acostaba
con su novia,
y que por las noches estos amantes
clandestinos se burlaban de su seguridad ingenua.

Pero calma, señores,
no hay razón para culparse
del daño infligido por nosotros mismos,
pues la incoherencia firmó un pacto
con los ingeniosos,
quien consignó el documento
fue un tal señor Absurdo,
y ahora son inteligentes aquellos
que sacan las vigas del ojo del vecino.

La primogénita del Rey Lear dio a luz a su hija,
los nobles la bautizaron Inseguridad,
y desde entonces la plebe teme
a la familia monárquica,
y hoy nadie confía ni en Dios ni en el Diablo.

Pero no hay por qué arrancarse
las cejas por dicho problema;
la solución aparece en el diario matutino,
el horóscopo recomienda
desconfiar de la Caja de Pandora;
como ejemplo cito la esperanza polvorienta
en las bóvedas bancarias.
Aquel que encuentre este tesoro
gana dos veces,
la dicha y la gracia;
ahora, las bases del concurso
no implican la completa paciencia
de encontrar el último destello
del arcoíris finito.

Borges no lo consiguió,
su alter ego tampoco;
el bibliotecario malas pulgas encegueció
jugando al Espacio y al Infinito,
y su otro yo no pudo más que
desmitificar los arrabales.

Dios quiera que no nos encontremos
entre la espada y la pared
(quién sabe, puede que no importe…
si la espada fuese de esgrima
y la pared de ilusiones).

Que el Diablo se haga el sordo ante la disputa
entre el cuerpo y el espíritu,
y así Cristo se anime a coquetearle
a la golfa de María Magdalena.
O que americanos y rusos formen
una misma patria,
y entonces juntos beban tequila margarita
en homenaje al ciudadano sin tierra.

Que el ente ominoso jamás monte
al amanerado idealismo
(para evitarlo, basta gastar una fortuna
en comprar el cinturón de castidad
de la esposa de monsieur Bovary).

Pastelero a sus pasteles,
quien no sea creyente,
que acompañe a Dante en busca de su Beatriz;
y que el católico observante
siga jurando al cielo que
el himen de la Virgen María existe.

Después de todo,
en algo hay que creer,
¿o no?
Ley seca a los borrachines
y que a los capitalistas se los encierre
en kibutz judíos.

Por todo esto roguemos al Señor,
escúchanos, Señor, te rogamos.

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