lunes, 23 de julio de 2012

Manual de buenas costumbres



Pupilas azoradas se clasifican
en anaqueles del olvido;
plegarias desgarradoras
se evaporan
ante la mirada displicente
de rostros impertérritos;
jirones existenciales desarticulados
por la manipulación aséptica
de entelequias autorreferentes;
la sangre de una herida homologada
a centímetros cúbicos
por orden de una ecuación
pragmática.

Dogma sagrado del sentido común
levanta murallas infranqueables;
misericordioso es el destino asignado
a quienes desafían la autoridad
del buen juicio
-siendo prudentes,
los denominaremos accidentes-.

Cuerpos mutilados por obra
de la sensatez,
desvaríos naturales
a los alaridos de desasosiego
y súplicas de comprensión.
Lógica abstrusa condenada
a ser avasallada por
las costumbres del buen vivir,
y la conciencia resucitará pulcra
en la complacencia
del correcto obrar,
contemplando satisfechos los rostros
al preservar los designios
de la sociedad incólumes.

Sólo un error estadístico
se margina de nuestra
convivencia inmaculada,
una arista imperceptible
de la geometría armónica,
para el descanso
de nuestra memoria.

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