lunes, 3 de septiembre de 2012

Caricia angelical



Hay noches en que mi conciencia
emprende una travesía hacia mis raíces,
y despierta azorada en medio
del desierto de la desesperanza.

Mi voluntad se doblega
lidiando ante los embates
de demonios con rostro cotidiano,
frente a los cuales no distingo su raza o color.

Los titanes de sangre aséptica
me torturan enrostrándome con saña
mis orígenes mestizos,
que eclipsan los manantiales pulcros
de los cuales beben
los herederos del linaje noble,
que ostentan orgullosos
su semblante inmaculado.

Son mis cicatrices de nacimiento,
asumo con resignación.
Al ser concebido
Dios dormía una siesta,
y ahora sobre mi frente están grabadas
las palabras ERROR HUMANO.

Frente al milagro de la naturaleza
que hace brotar una cascada cristalina
en un páramo, yo me encojo de hombros,
y el Coloso de Rodas me mira
con desprecio, desde las alturas
del deslumbrante genio
de la arquitectura humana.

Sumido en las tinieblas
de una infernal estación olvidada
de los trenes del consuelo,
espero cual Godot el vagón de reivindicación
de crónicas añoradas
que se escriban en mi memoria.

Sin embargo los relojes
han pactado una huelga
de brazos caídos,
y mis anhelos son humedad
que se evapora al paso inclemente
del abrasador sol de la intolerancia.

Cuando creo que todo está perdido,
el cielo extiende sus brazos en señal de auxilio,
y una figura angelical se dibuja
en mis pupilas haciendo renacer mis sentidos,
mientras siento transportarme a un mundo
donde no soy señalado con el dedo al caminar;
cuando recibo una delicada caricia
y en sus ojos veo la profundidad del cielo
en un alivio sereno que aleja todos los desasosiegos.

Mirada celestial que no hace diferencias,
y anestesia el dolor de mis pies empantanados
a la orilla del correcto camino;
silueta resplandeciente que pulveriza los demonios
que hieren los recovecos de mi laberinto interior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario