miércoles, 1 de agosto de 2012

Semilla que germinó por tus abrazos



La sábana tendida en su pliegue justo
luego del reposo de tus patrones.
La ropa tersa bajo la humedad de la plancha
que otro cuerpo arrugó en sus trajines.
La loza impecable de rastros de comida
que otros saborearon.

Tus canas resplandecen
en la paciencia que irradia la serenidad
con que abnegadamente entregas tu vida
al servicio de la ajena
y tu sonrisa benevolente
es señal impertérrita
de los niños que crecieron
al amparo de tu cariñoso esmero.

Madre vicaria
que esparciste tu presencia
cuando el descuido paternal
amenazaba trizar las emociones.
Conservaste la sabiduría
de remotas tierras sureñas
que en los atardeceres melancólicos
clamaban tu susurro,
y en las horas solitarias
tu memoria era usurpada
por los demonios de la reminiscencia,
ávidos de torturar tu conciencia.

Suspiro del anhelo evaporado
que traspasó tu vientre,
abandonando al vacío la semilla
que concebiste en tu interior
y estampó en tu mirada la tristeza
de contemplar a tu hijo ausente
en los niños que criabas por encargo,
mientras esa vida de alquiler se preocupó
de mermar tus sentidos
y adormecer tus huesos,
ahora que te resignas adolorida
al sueño eterno
en el páramo
donde nadie habita .

Tus pasos no fueron en vano,
tus huellas se grabaron
indelebles en el camino.
en cada sonrisa acogedora.

En cada abrazo sincero
germinaste una semilla,
y aquella se nutrió de tu cariño.
Los niños a tu cuidado
ahora son hombres
que te rinden honores en su historia,
un sitial escogido alberga
tu bondad apacible,
dibujada en el escenario
reivindicatorio de la gratitud filial
pues tu mirada transparente
fue un caudal de cariño
que traspasó las fronteras
de la herencia de la sangre.

Ahora tu descendencia desplomará el olvido,
conservando cada una de tus palabras,
cada uno de tus gestos inconfundibles,
en la inmortal estancia
de la entrañable memoria.

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