lunes, 6 de agosto de 2012

Evocaciones desde mi soledad



Mi recuerdo está
en cautiverio,
lidiando por segundos
eternos,
entre esperpentos ilusorios
y crudas vísceras intimidantes.

En un abismo aciago y olvidado,
una silueta delicada
y acogedora,
como un abrazo suave
después de la batalla,
se instaura en los dominios
de mi memoria,
dando un suspiro de alivio
a estremecimientos telúricos
que recorren
mis venas acongojadas.

Un actor afónico
en medio de un anfiteatro desolado;
un suicida con vértigo
sobre la azotea de un edificio;
un sobreviviente en el desierto
que clama al silencio por auxilio;
un anciano viudo que baila
con el aire,
aplastado por las tribulaciones.

De esta forma
elevo mis plegarias,
en la agonía del monólogo
frente al espejo
de epístolas que se acumulan
sin respuesta,
a la espera de contemplar
esa sonrisa,
que ansío despertar
con estos estropeados vocablos
(aunque la estética sufra de náuseas),
esperando comprensión
a mi humilde soliloquio,
deseando traspasar
las fronteras de la sangre
abandonada.

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