domingo, 19 de agosto de 2012

El abismo de tu ausencia



Habitualmente miro alrededor
y constato aliviado
que los océanos están serenos,
y un cielo limpio y transparente
vigila el aire cálido que nos revitaliza,
mientras las mujeres dan a luz
niños hermosos;
y los jueces son ecuánimes
ahuyentando las sombras oscuras;
la tierra gira cadenciosamente
al ritmo del canto de los ruiseñores;
y siento que cada transeúnte
que cruza una avenida,
o cada hoja que cae en época otoñal
tiene una razón de ser.

Es que la imagen nítida de tu figura
ampara mis emociones,
como un ángel protector
que me acompaña hasta en las vigilias,
y su silueta radiante me orienta
incluso en los senderos más aciagos,
y por las noches puedo cerrar mis ojos con placidez
al abrigo de tu dulce recuerdo,
sin el temor de ser acosado
por los verdugos intangibles,
que pactaron con el sin sentido.

Sin embargo, hay breves instantes
en que la tierra sobre la cual reposo
se levanta intimidante al pensar que tu imagen
se desvanece como una ilusión herida.
Tal vez mis pasos torpes me desvíen
del camino que con tu cariño has dibujado,
y me encuentre perdido en el desierto
(o atrapado en el laberinto inconducente del absurdo).

Tal vez mis manos carezcan del soplo de vida
y no pueda moldear un cántaro
donde puedan descansar tus anhelos.
Tal vez estas palabras se han revelado
y bailen una danza burda,
que sólo retrate a un espantapájaros
tan lastimero
que ni las aves se posen sobre él.

Si tú desapareces,
los cursos de agua se evaporarán
causando la hambruna devastadora de los pueblos.
Si tú desapareces, los hombres dejarán
de creer en el amor y la bondad,
y se sentarán resignados
a esperar el día de su muerte.
Si tú desapareces, los niños perderán
el gusto por los juegos inocentes,
y se vestirán de adultos conformistas y educados
en la parsimoniosa burocracia.

Una ciudad azotada por la inhumana crueldad
arde en llamas a mi alrededor si tú no estás en ella.
Los pediatras asesinan a los recién nacidos,
los obreros destruyen los edificios,
los policías golpean a los ancianos indefensos.

Pierdo los deseos de caminar
cuando el horizonte languidece abatido
al mirar hacia el vacío de tu ausencia,
y es entonces cuando renazco en la esperanza
de perderme en la profundidad de tu mirada
al contemplar tu hermoso rostro sonriente.

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