Juventud adolescente, idealismo como espuma,
la savia social corre por la sangre, pensamiento
en formación,
aulas universitarias construyendo teorías.
El pasado inmediato empuja hacia las olas,
grandes discursos se tienden como puentes,
el materialismo histórico solidifica una meseta
práctica, sobre la cual otear
el paisaje circundante.
Gen adherido, raíz atávica que proyecta
sombras chinas,
biografía personificada en el escenario.
Pero el cisma teórico, la fuerza telúrica
que desarma la Modernidad
no puede obviarse,
polen estival que atraviesa ventanas
y postigos,
y hay que asirse a una etiqueta
para mantenerse a flote.
La poesía es el discurso de la tribu,
corriente subterránea
sobre ella descansan las ciudades,
pan de cada día
pese a que no sea grato al paladar
de todos.
Navegar con la corriente o morir,
el poeta es instrumento vocal de su época,
rasguñar la tierra para dejar huella,
el oficio de escribir no puede ser
trozo de género que se arranca al tejido
del orbe.
Sin embargo yo me siento parte del todo,
un granito más de la ingente playa,
desconfío del vate mesiánico
y de los profetas modernos.
Escribo para drenar mi verdad
contenida entre retazos biográficos,
algunos de algarabía, otros traumas
dolorosos,
un plasmar la sombra inconsciente.
El Tiempo y la Vida se encargarán
de dar forma a los grandes discursos
o diseccionarlos como piezas de museo,
un tránsito histórico
soy sólo un espectador.
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