Te conocía tan frágil, Paloma.
Translúcida, creí que la brisa te haría levitar.
Me aventajabas en edad, mas la dulzura
emanaba por tus poros.
Vulnerable,
fui un manto protector.
Juego de ilusiones, errores pueriles:
compañía.
El perfume de tu sensualidad,
cadencia exquisita de tu experiencia en el lecho
la de pasión,
me hicieron delirar ardiente tras la promesa,
comezón de sinuosidades que embrujó mi inocencia,
deseo que anidó en páramo estéril, famélico:
me negaste la sal y el agua.
Como un adolescente salí a la calle en tu búsqueda.
Te encontré haciendo el amor con un desconocido.
En ese momento, con tu rostro en mi retina,
adorada Maldísima,
decidí instalarme a vivir en la Plaza de Armas.
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