Dos gotas, ¿mellizos?
Nos vestían iguales, la misma melena, la chasquilla,
el jardín de los senderos se bifurca.
Luis Alejandro siempre fue mal alumno no obstante,
sociable, entretenido.
Yo admiraba la sombra de mi padre.
Leía, me encantaba leer.
El hermano mayor abre caminos y compite.
Golpe a tierra, meseta que se quiebra,
hay que equilibrar:
poco importa si estás en desmedro o privilegio.
Luis Alejandro siempre mostró interés por el dinero,
yo ensayaba acrobacias en el aire.
El pecado de Caín fue la envidia, el primogénito
es capaz de fundar metrópolis,
abrigar a la descendencia:
no siempre cuenta con el padre.
A la sombra del Roble,
Luis Alejandro me miraba desconfiado,
cimentaba su imperio en la carencia.
Los celos, un prisma engañoso, ilusión
óptica.
Timón a babor- estribor- babor…
el otoño del patriarca
-nos quedamos con las
manos vacías,
mi amor. Tenemos que
vivir.
Luis Alejandro fue astuto,
adquirió acciones en la Bolsa en tiempos de crisis.
(Luis Alejandro vagó por tierras baldías)
Algunas noches mi hermano llama,
y ajusta el collar sobre mi cuello.
La vida le ha cobrado la factura:
soy su consejero,
lo invito a pasear por el Parque Forestal
y olvido darme cuenta que no escucha.
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