sábado, 7 de noviembre de 2020

Mi primer silabario

 


A Viviana Vigouroux

 

Aprender a leer. Es lo primero en que pensamos cuando nos invitan a pensar en ese libro que contiene el abecedario, letra por letra, y ejercicios para memorizar su sonido, para identificar las formas de las letras e instrucciones para combinarlas y obtener los significados de las palabras que aprendimos de oídas.

Claro que, con el tiempo, nos percatamos que la realidad también se aprende a leer. Las personas también se van descubriendo, interpretando y otorgando significado al leerlas, al leer sus emociones y psicología.

Como bien sabes, he sido un hombre muy tardío en la educación sentimental. Creo que aprendí a leer a las mujeres a partir de ti. Lo poco y nada que sé del amor me lo enseñaste. Fuimos pololos más de diez años y no olvido la importancia de que seas la primera mujer en mi vida.

Aprendí a leer tu historia, tus secretos y pasiones, los gestos que indicaban cuando añorabas tener cerca a Anaís o la rabia que te provocaban actos de falsedad e hipocresía. También conocí los oscuros fantasmas que pueblan tu imaginario, las sombras que acechan desde tu pasado. Quedan grabados en tinta indeleble los momentos en que nos besábamos en la concina mientras se tostaban las marraquetas por las tardes en La Reina, las caminatas a la amasandería en calle Ictinos, pasear al mediodía de regreso del Colegio Palestina junto a Anaís o esas pequeñas vacaciones en Isla Negra en la casa de veraneo de tus vecinos.

Los pliegues de este silabario también contienen momentos amargos, en los que quise estar a tu lado, pero no siempre logré leer esas palabras recónditas que purgaban por asomar desde tu conciencia triste. Los caminos entre personas que se quieren a veces se bifurcan y creo que hoy eres una mujer distinta, así como yo también he cambiado. Cambios ni para bien ni para mal, sólo que diferentes.

En varias ocasiones terminamos y volvimos a estar juntos. Si hasta Anaís ya se reía de nuestros quiebres amorosos, no nos creía. Qué se puede hacer con el amor / qué se puede hacer si es cosa de él / Qué se puede hacer / si siempre el cariño nos sale tan bien. Cantábamos ese tema de Silvio un día junto a la guitarra de un amigo. Y teníamos claro que hubo muchos desencuentros que iban dejando trizaduras, que no siempre pueden repararse al punto de regresar a ese momento en que nos conocimos, cuando halagué tus dibujos y tú me decías que no querías volver a enamorarte.

Ha pasado mucha agua bajo el puente y las palabras que te describen ya no son las mismas. A pesar de no estar juntos, seguimos siendo amigos, pero la relación a veces tropieza, arrastra pedregones que nos hacen difíciles el flujo de mensajes y el entendernos. No logramos leernos como antes.

Sin embargo, Viviana, quiero que tengas muy presente que sigo considerando que eres una mujer muy valiosa, por tu sencillez en la vida, tus nobles sentimientos, tu sinceridad carente de pliegues hipócritas, el valor inquebrantable que imprimes en luchar por tu hija, Anaís, y el cariño bondadoso que profesas por los seres que valoras.

El primer silabario no se olvida, se guarda en un cajón privilegiado de los recuerdos y, aunque tal vez no se pueda leer como aquella vez cuando aprendimos a descifrar las letras, nunca desaparece de la memoria íntima, la más valiosa.

 


Santiago, 08 de noviembre de 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario