martes, 4 de diciembre de 2012

Hipotecar los sueños



El horizonte está por una neblina
que asegura un bienestar económico
y un privilegiado estatus social.
El hombre se despierta
por la fuerza monótona de la inercia;
besa a su mujer con el afecto
del tedio mecánico;
se abstrae la tarde entera
en un engranaje laboral
que exhuma anhelos de juventud.

La memoria de los ideales nobles
yacen marchitos;
fueron capitalizados en la seguridad
de una vejez digna, almacenada
en la más prestigiosa financiera
de fondos mutuos.

Este sujeto cavila un momento.
Idealiza el escenario
de su potencial vida
de no haber sido truncada
por el capricho mezquino
del orgullo de los poderosos.

Su hoja de vida está limpia como cutis de virgen,
mas su espíritu frustrado como savia de bonsái.
La felicidad tiene valor de cambio
y él la transa en la bolsa de valores.

Su existencia trascurre en
una vivienda espuria,
pletórica de guirnaldas torcidas
y flores de artificio.

Por la noches llora en silencio
constatando la ausencia
de la bailarina de temple acongojado,
quien seguramente ahora tropieza
en su danza debido
a la tormenta acústica.

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