viernes, 11 de diciembre de 2020

El hombre que nunca estuvo


 
Anónimo, invisible
desde niño aprendió a creer
en la opacidad, pues lo brillante
solía ser objeto de burlas o censura.
 
Narciso se ahoga en la fuente
que no sepa tu mano izquierda
lo que hace tu derecha
entre parábolas y mitos
volcó su mirada hacia afuera
y ahogó su fuego interior.
 
Camina bajo el cielo sobre Berlín
desapercibido, teme que lo reconozcan
rubor ante los cumplidos
prefiere ampararse bajo la sombra
de pavorreales henchidos en soberbia.
 
En esas penumbras
se confunde, difuso el horizonte
atrapado en la bruma de culpas
vergüenzas y aires taciturnos.
 
Rostro sin facciones
documento de identidad en blanco
sin nombre ni firma
cree no tener reservada
la butaca en la sala de cine
donde exhiben la película sobre otros.

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