Hace
años Wittgenstein, y gran parte de la
filosofía
moderna,
lo
establecieron con claridad:
el
lenguaje está cercado en
sus
límites.
Tú
disfrutabas tanto al recordar el aforismo.
¿Cómo
lo haces, amiga?
A
veces creo que logras ver al niño recluido
tras
el cristal empañado.
Pensamientos
que traspasan la barrera de
la
imaginación.
Puede
ser, tal vez sólo se trate de un
amor
platónico:
infante
soñador que proyecta sus anhelos
en
tus gráciles curvas,
en tu sonrisa magnética.
Los
madrigales desde hace mucho yacen
bajo
tierra.
Tanta
cursilería, rimas dulzonas,
pueriles
palabras.
Sin
embargo, no logro entender qué mundos
descubres
tras mis pupilas.
No
te culpo, los días transcurren
y
ya no estás en edad
de
pasear a un mozuelo de la mano
por
jardines edénicos.
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