He
nacido varias veces:
el
día de la muerte de Cristo,
cuando
Dios estaba enfermo,
pero
muy enfermo, mas
la
estrella que me guía
por
el desierto,
ha
sido la misma.
Volutas
de cigarrillo en la penumbra,
paseos
otoñales por el parque,
atardeceres
en el planeta del Principito.
Sangre
que rehúyo y necesito,
circulación
planetaria en la noche cósmica,
el
papel sólo me ofrece esta textura,
mientras
Cortázar sonríe con desgano.
Titubeante,
indeciso,
llegar
al lugar
o
a ninguna parte.
Sólo
afloro rostros incompletos,
con
trágico sino, por cierto,
como
Edgar Allan Poe que abraza
el
cadáver de Anabel Lee.
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