La
décima aventura policial de Ramón Díaz Eterovic nos sumerge en una sucesión de
hechos, aparentemente inconexos, cargados de reflexiones sociales, de humor y
suspenso, donde los personajes se desenvuelven en una oscura y corrupta
telaraña que se teje en instituciones estatales y políticas. En A la sombra
del dinero, Heredia investiga acompañado de una atractiva mujer el homicidio
de un funcionario público, presionado por misteriosos poderes
Heredia
transita de su inhóspito departamento del barrio Mapocho hacia bares, cabarets
y centros comerciales, algunos siendo fachadas de oscuros negocios. Se
inmiscuye en el establishment de los funcionarios públicos, donde la
caracterización del autor es tan minuciosa que se recrean hasta sentimientos
personales de los investigados. Incluso hay un capítulo dedicado a la rutina de
un orate que se proclama un ángel de tres alas y vive refugiado, al alero de
una fuente, de las persecuciones de los agentes de la represión que coartan su
libertad.
Díaz
Eterovic logra un preciso retrato de Heredia, como un tipo solitario, escéptico
y melancólico, desencantado del porvenir sin proyectarse hacia el futuro, con
vicisitudes y placeres según la circunstancia. Perfil que se mezcla con sucesos
cotidianos de la urbe, breves y fragmentados, que sirven de ensamblaje para la
trama policial. Como contrapunto a su vida, persiste la presencia del gato
Simenon, un felino parlanchín que logra las reflexiones más agudas en la
conciencia del protagonista, generando una dinámica a la narración que es más
atractiva que un simple monólogo interior.
Respecto
de los personajes secundarios, la sensación no es del todo satisfactoria. Hay
una construcción descuidada de sus caracteres. No alcanzan a ser creaciones con
vida propia que desprendan un móvil de conducta independiente, sino una mera
articulación de las acciones ególatras de Heredia. El propio autor lo
justifica: “La soledad de Heredia es el aislamiento de quien no quiere ni puede
compartir los falsos valores que hoy mueven nuestra sociedad: la competencia,
el individualismo, el exitismo. Es un personaje que prefiere vivir en los
márgenes y de ahí, en la medida de sus posibilidades, actuar para establecer su
sentido justiciero, para buscar verdades que se ocultan. Y como esta postura
vital es difícil de compartir, suele quedarse solo, como tanta gente que hoy,
para no ser parte del circo y la banalidad, ha optado por la soledad e
independencia”.
Con
breves descripciones del paisaje, diálogos lacónicos y significativos y un
encauzamiento de la acción dramática, el autor maneja con habilidad el suspenso
del desenlace y los ritmos dramáticos. Su personaje Heredia desembrolla una
madeja de relaciones entre delincuentes y sus contactos hasta dejar el misterio
en un punto muerto. La intriga policial queda irresoluta y es necesario
investigar por sobre las esferas criminales, llegar a los hilos del poder, a
los mundos institucionales que representan.
En
el trasfondo de A la sombra del dinero, Ramón Díaz Eterovic profundiza en la
sociedad de las apariencias, el engaño soterrado tras el cual se oculta la
dignidad del esfuerzo y la nobleza, en una ciudad de vicios y corrupción ética,
donde los rostros honorables son una careta del descalabro conductual de la
especie humana. En suma: una crítica a la sociedad de consumo, a la existencia
del ciudadano editorializada por los medios masivos, al vacío axiológico
supeditado a la subsistencia y al anhelo de una vida acomodada, soslayando los
fundamentos morales para alcanzarla.
Santiago, primer semestre de 2005
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