Para Vilka Ansky
Apenas la mañana, muy temprano
Vilka despierta, el cansancio es un
yunque
fin de semana de jolgorio y baile
no está el ánimo para asuntos serios
pero el deber obliga, arrancar de
cuajo
esa pereza melancólica
serenos botecitos de papel se hunden
en un charco profundo.
El estrés del centro de Santiago
atropella a quien se cruce
Vilka avanza entre rostros anónimos
se sumerge en el vértigo de la
locomoción
(largo es el trayecto hasta Bajos de
Mena).
Cuerpos aprisionados, empujones
miradas hoscas son moneda de cambio
la hora de entrada al trabajo se
respeta
todo lo que no encaja en este reloj
es una estela de escombros
abandonada en el camino.
Vilka se esmera por devolver la
sensatez
jóvenes suicidas en un vaivén macabro
concentrada en el que el monstruo come
pena
no arrastre su lágrima vulnerable.
Como telón de fondo, el yunque
hace estragos en su espalda
los párpados acarician la idea del
sueño
pero Vilka no baja la guardia
aunque el yunque perfore sus
costillas.
Por la tarde, a la salida
Vilka revive a los jóvenes en el vacío
como película en la ventanilla del
Transantiago
las lágrimas no deben brotar
el camino se extiende interminable.
Atardece y Vilka desembarca en el
parque
poetas deleitan a transeúntes
el estrés, empujones, jóvenes suicidas
y todos los yunques que pesarían en la
mochila
Vilka los sacude al ver a sus amigos
sonríe, hace un gesto cariñoso
y regala desinteresada una palabra de aliento.
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