Vincent
van Gogh corre por los senderos
arranca
de los muchachos de la aldea
niños
que lo apedrean, incapaces
de
tolerar la diferencia.
De
súbito, arrecia el oleaje
en
la campiña del sur de Francia
o
por las avenidas de Santiago de Chile
implacable,
marea que no perdona.
Surge
un instinto, desaparecer
deseo
irrealizable
tal
como preconizara el viejo Parménides
Pues
nunca esto dominarás:
ser
los no entes.
El
ansia de esfumarse
para
capear las olas
ha
sido negado por toda lógica
inútil
agitar el ojo sin vista
y
el oído retumbante.
Pero
también se frustra el logos
en
su intento por discernir
esta
falta de humanidad responde
más
bien a un prurito natural de la carne.
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