Las prensas imprimen
con frenesí,
carteles de búsqueda de
un prófugo.
Se busca: El Alma.
El empresario acumula
con recelo monedas
para su colección. El polvo
es el vigía.
Los políticos elevan su
sacrificio,
como Abraham blandiendo
la daga ante
Isaac;
el cencerro de oro
enajena hasta al
más humilde.
Todo se desvirtúa. Hasta
el amor es
moneda de cambio.
La pureza dialoga con El Alma
como mendigos a la
intemperie, en la rivera
del Mapocho.
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