besos
juveniles se sumergen en arena de playa
por
pasillos de la Facultad, los ojos
esconden
la mirada ante la silueta femenina
sostengo
la mano de mi compañera
año
tras año diluye su carne en el tedio
corren
las líneas en la palma de mi mano
navego
en los surcos
hilos
se observan en paralelo
o
se cruzan
forman
nudos de afecto y tejen una trama
más
similar a un laberinto
que
a las figuras de la Violeta en el Louvre
las
piezas del puzle asoman confusas
espirales
sin de sentido
entonces
pienso en ti y en los momentos
me
reconozco en tu pupila
dibujo
en una danza tus formas oníricas
sobre
las aceras de la calle Lastarria
las
yemas de tus dedos sienten mi piel
ese
súbito calor iluminando mis huesos
y
por instantes eres Ariadna
dulce
hilo redentor del laberinto
Gracias Gonzalo, por compartir tus manos, hermoso poema, el recorrido me ha dejado pensando que la Palabra bien escrita siempre nos redime de los laberintos, sobre todo cuando no sabemos cómo salir de ellos. Y que bueno no ser Neruda para verse en la pupila de otro y no imaginarme a la Violeta metida en un museo, sea el que sea. Ariadna que bello nombre para enredar todas las imágenes.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marcela. Valoro mucho tus palabras y el compartir creaciones contigo. Un gran abrazo!
Eliminar