sábado, 22 de noviembre de 2014

Pájaro raro


Las branquias, las branquias fueron el problema.
No soy anfibio, se lamentaba.
En la playa una fiesta descomunal abría
sus fauces al hedonista que se uniera.

Oliveira tiende un puente de tablones
entre dos edificios.
Al lado de allá, Talita llora.
El argentino afrancesado siente vértigo
sentado en medio del vacío.

Hablar una lengua muerta o gesticular
señas de sordomudo a un ciego.
Los porotos pueden saltar de la paila marina
al consomé
pero la médula del osobuco está
en el rostro de la niña triste
ofensa inexplicable
laberintos mentales no suelen
ser desmadejados por la víctima.

Sentimiento íntimo, agujero sideral
impotencia de manos crispadas
incapaces de dibujar el paisaje con claridad.

Extraviada, Virginia Woolf deambula sin rumbo
por calles neblinosas.
Soledad insular
cuerpos fantasmales pasan desapercibidos
el aullido desgarra
eco en sordina, rumor pasajero.

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