Poesía son siluetas de rostros
nostálgicos, esbozados
en la pared del dormitorio.
O asomados por entre las nubes.
Es la travesía por el desierto
al escuchar un murmullo
de sentido.
Un laberinto de espejos
donde no vemos nuestra
efigie,
sino las ciudades a
visitar.
El movimiento telúrico surge
por la noche,
a la hora de los insomnes
y emanan horizontes
inventados,
con sabor a nuestra sangre.
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