“Soy inocente”, aseguraba Giuseppe Conlon
a cada compañero de prisión que consultaba.
Los atentados de Guildford
sembraban la duda entre los ingleses
por sobre el montaje policial y el circo
representado con insidia en la Cámara de los Lores.
y la música urbana en más convincente
que la apología de Sócrates
o palabras murmuradas
con la mirada transparente
y el cálido flujo sanguíneo en la piel.
en la tinta de Chéjov y sus páginas amarillentas
herramienta aséptica e incisiva
hoy exponencialmente cuántica entre falanges
numéricas de ceros y unos.
lejos de su Belfast natal
no alcanzó a ver su nombre limpio
del oprobio y la condena social.
como un pajarito de alas rotas
anidar la verdad lejos de las redes sociales
reflexionar sobre la confianza en el vecino.
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