Desde mi ventana no se ve el mar
sólo el letrero, en la casa de enfrente
que indica la calle en un cerro de Valparaíso
y unos perros famélicos que escarban la basura.
de una poeta mapuche avecindada en el puerto
y salgo al patio interior a fumar en silencio.
Los estibadores portuarios apenas se sienten.
a escuchar lenguas extranjeras
que alimentan el turismo y se maravillan
con los ascensores, fauna criolla y pintoresca.
melancólicos por los cerros de Playa Ancha
para emborracharme en el Cinzano
o disfrutar tabaco importando en el Paseo Atkinson.
el cadencioso vuelo de las gaviotas
de regreso a un hogar marino
que no les pertenece.